Emisión del viernes 15 de mayo de 1998
Hoy te quiero contar una historia de sinestesias musicales, de sabores, olores y colores que siempre tuvieron para mí algunas canciones.
¿Estás preparado?
Pues cierra los ojos y saborea esta música, amigo mío
Comenzamos con Depeche Mode y su tacto untoso, atrayente y maligno.
Y ahora, prueba las cerezas de Culture Club, acaso demasiado maduras, de aquellas que dejan un rastro de sangre azucarada en la comisura de los labios siempre me supo a cerezas. ¿Las sientes?
Hoy te quiero contar una historia de sinestesias musicales, de sabores, olores y colores que siempre tuvieron para mí algunas canciones.
¿Estás preparado?
Pues cierra los ojos y saborea esta música, amigo mío
Comenzamos con Depeche Mode y su tacto untoso, atrayente y maligno.
Y ahora, prueba las cerezas de Culture Club, acaso demasiado maduras, de aquellas que dejan un rastro de sangre azucarada en la comisura de los labios siempre me supo a cerezas. ¿Las sientes?
ABC siempre tuvo el olor de un sábado por la mañana soleado, cuando el mundo parecía eterno y perfecto.
y Spandau Ballet eran tardes de gloria, con melancolía al fondo, tras la cortina de árboles del río.
¿No oyes crepitar el viento entre sus hojas?
Es la tormenta de la voz rota en filos desiguales de Bonie Taylor, pesadilla anaranjada que sabe a esquinas de viento e invierno.
Aunque tranquilo, pues vuelve la calma.
Mira por tu ventana vacía el cielo nocturno. Para el frío de algodón de las estrellas que hoy ves inmóviles se compuso esa canción con gafas oscuras y ternuras inesperadas de Roy Orbison.
Seguro que ya respira mejor. El aire caliente ayuda, ¿no es cierto?
Pues ya estás preparado para el final
Culture Club y el sabor amarillo y violeta de los párpados maquillados de Boy George.
Una alegría triste, como la que a veces me invadía en los atardeceres un poco fríos ya de final de verano, cuando el agua de las piscinas comenzaba enfriarse y el sol dolía menos sobre los hombros pero calentaba menos el corazón.
Venga, a qué esperas. Sé un camaleón del amor; todos los somos aunque no queramos.
y Spandau Ballet eran tardes de gloria, con melancolía al fondo, tras la cortina de árboles del río.
¿No oyes crepitar el viento entre sus hojas?
Es la tormenta de la voz rota en filos desiguales de Bonie Taylor, pesadilla anaranjada que sabe a esquinas de viento e invierno.
Aunque tranquilo, pues vuelve la calma.
Mira por tu ventana vacía el cielo nocturno. Para el frío de algodón de las estrellas que hoy ves inmóviles se compuso esa canción con gafas oscuras y ternuras inesperadas de Roy Orbison.
Seguro que ya respira mejor. El aire caliente ayuda, ¿no es cierto?
Pues ya estás preparado para el final
Culture Club y el sabor amarillo y violeta de los párpados maquillados de Boy George.
Una alegría triste, como la que a veces me invadía en los atardeceres un poco fríos ya de final de verano, cuando el agua de las piscinas comenzaba enfriarse y el sol dolía menos sobre los hombros pero calentaba menos el corazón.
Venga, a qué esperas. Sé un camaleón del amor; todos los somos aunque no queramos.
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