El gran barroco italiano tiene en su culminación final dos grandes arquitectos: Guarino y Juvara. Mientras el segundo crea un modelo representativo que se extenderá por las grandes cortes europeas, Guarino Guarini seguirá la senda más torturada (pero también la más sugestiva) iniciada por Borromini, creando ámbitos sumamente complejos, con múltitud de motivos tomados de diversas tradiciones.
Sacerdote teatino, Guarino tiene una educación sumamente amplia, especialmente desarrollada en Roma.
A ello une una cultura muy amplia, entre la que destaca sus conocimientos de teología, arquitectura y matemáticas que le permitirán la redacción de un completo tratado sobre las mismas.
Su trabajo dependió de la orden Teatina (Mesina, destruido; Lisboa, destruido; Vicenza, Praga) y el mecenazgo de los Saboya (para los que también ideó varias construcciones no realizadas para Niza).
Frente a Borromini, Guarini abandona la idea de espacio pulsante para crear sus edificios como si se tratara de un complejo puzle de espacios incompatibles entre sí (como si pertenecieran a edificios distintos conveniente troceados y ensamblados) que se unen gracias a su sabiduría matemática pero sin perder su singularidad y manteniendo una lucha dialéctica continua (como si todo se encontrara en un punto inestable, casi milagroso, tras el cual implosionará)
Frente a Borromini, Guarini abandona la idea de espacio pulsante para crear sus edificios como si se tratara de un complejo puzle de espacios incompatibles entre sí (como si pertenecieran a edificios distintos conveniente troceados y ensamblados) que se unen gracias a su sabiduría matemática pero sin perder su singularidad y manteniendo una lucha dialéctica continua (como si todo se encontrara en un punto inestable, casi milagroso, tras el cual implosionará)
San Lorenzo. Turín.
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Reformas basílica della Consolatta. Turín
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