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martes, 27 de enero de 2015

LAS PUERTAS DEL PARAÍSO DEL BAPTISTERIO DE FLORENCIA. GHIBERTI


Así las denominó Miguel Ángel, y este es el nombre que ha quedado para la posteridad.
Creadas para una de las puertas del baptisterio románico que vimos aquí, fueron el segundo de los encargos que realizó Ghiberti, pues ya había efectuado otras (las segundas) en 1424 tras ganarle el concurso al mismísimo Brunelleschi (aquí lo contamos), siguiendo el modelo creado por Pisano para las primeras en el siglo XIV.

En estas últimas puertas Ghiberti había tenido una libertad absoluta, pudiendo hasta cambiar el formato, que pasó de las formas lobuladas góticas o paneles cuadrados que permitían un mejor trabajo de composición y perspectiva.

Ejemplo de uno de los medallones polilobulados de las segundas puertas (las primeras de Ghiberti).

En ellas Ghiberti trabaja especialmente en dos grandes cuestiones: la perspectiva y la composición.
Como ya hemos hablado en numerosas ocasiones, la idea de representar el espacio tridimensional en un formato plano (perspectiva) fue uno de los grandes hallazgos renacentistas.
Ghiberti lo trabaja en estas puertas de varias maneras.
Por una parte a través del tamaño de las figuras, que se vuelven más pequeñas según se alejan.
Por otra parte utiliza ciertas ideas ya planteadas por Brunelleschi, utilizando las arquitecturas y la disposición de las figuras creando líneas de fuga que se unen en el punto más alejado (punto de fuga).
Pero además de estos métodos (que ya eran normales en la Florencia de la mitad de siglo) Ghiberti va un paso más allá y utiliza una técnica tomada de  Donatello.
 Como ya vimos aquí (y con posibles referencias clásicas) utiliza el relieve aplastado o stiacciato, poniendo en mayor bulto las figuras más cercanas y en menor (bajísimos relieves e, incluso, hueco relieve) las más lejanas



Aquí puedes ver la gradación del relieve para fomentar la perspectiva. Si miras la imagen de abajo a arriba verás como las figuras cada vez sobresalen menos del fondo (tienen menor relieve) para acentuar la idea de lejanía.


Otra de las grandes novedades de estas puertas es su sentido de la composición. Ghiberti trabaja jugando con los distintos grupos y arquitecturas para conducir la mirada del espectador.
En algunos recurre a la simetría más estricta, con dos grupos laterales equilibrados y el eje de simetría central vacío que, en los ejemplos más conseguidos (la segunda imagen) se refuerza con la arquitectura (Una manera muy semejante a la que utilizará, casi un siglo después, Rafael en su Escuela de Atenas).







Salomón y la Reina de Saba

En otras ocasiones utiliza el paisaje (las montañas triangulares) para englobar la escena de primer plano y, desde ella, lanzar nuestra mirada en una diagonal de abajo a arriba y de izquierda a derecha para llevarnos a un tema en la parte alta, realmente el más importante

La caída de los muros de Jericó 



 


Y no sólo esto, sino que a menudo Ghiberti juega con figuras de lados contrarios que hacen pareja y se corresponden. Un juego de contrapostos en donde una figura se comporta como si fuera la visión en el espejo de otra.
Fijaros en estas dos mujeres del centro (cada una suavemente inclinada hacia la otra) y, a la vez, en los grupos que están detrás de ellas, en movimientos contrarios (unos hacia la izquierda, otros hacia la derecha).

Este tipo de composición de contrapostos contrarios será muy habitual en Leonardo, como ya explicamos aquí, y legará a su máxima expresión en obras como Santa Ana, la Virgen y el Niño o su famosa Última Cena.

Curiosamente, en estas puertas encontramos lo más puro del renacimiento del Quattrocento, pero también numeroso recuerdos góticos, como si Ghiberti no quisiera desprenderse del arte más tradicional y lo mezclara con lo más vanguardista.
Entre lo clásico (además de perspectiva y composición) podéis encontrar algunas maravillosas figuras que parecerían salidas del Imperio Romano
Os muestro algunas



Fijaros en la arquitectura clasicista (casi más avanzada que Brunelleschi, y más parecida al futuro Bramante que aún no había nacido, con sus pilastras, arcos de medio punto, estructuras modulares que se repiten...), los maravillosos ancianos togados con trabajo de trépano en sus barbas y pliegues de gran elegancia, el joven de espalda y la anatomía de sus piernas (casi el David de Donatello) o las damas, sus movimientos elegantes y grandes mantos.




La arquitectura centralizada al modo de tholos que, en la realidad, no se construirá hasta el Cinquecento (San Pietro in Montorio) o se repetirá en las pinturas del primer Rafael.


Fijaros en los maravillosos desnudos o en la espectacular perspectiva de la puerta de la izquierda por cuyo hueco entra un ángel, recordándonos a Masaccio




Aquí, sin embargo, encontramos una gran incongruencia: la arquitectura del fondo nos recuerda a un arco del triunfo que, sin embargo, ¡tiene bóvedas de crucería góticas!




Aquí podéis encontrar figuras incurvadas, de canon demasiado esbelto para el Renacimiento, o una figura excesivamente expresiva, el que se rasga la camisa, más propio del mundo gótico




La perspectiva tan alzada (parece que el fondo se suporpone por encima de la escena más cercana) es más típico del gótico internacional que del propio renacimiento


La composición resulta un tanto caótica, con espacio bastante poco conseguido (parece que el fondo, sobre todo en la izquierda, empujara a los personajes hacia fuera)

Estas incongruencias se pueden deben a varias causas (el largo tiempo de ejecución (27 años) en donde pudo haber evolucionado su estilo, la utilización de ayudantes o los dos Quattrocentos que ya explicamos aquí).

Además de los paneles, en las entrecalles, Ghiberti añadió figuras de santos y pequeños bustos, en uno de los cuales se autorretratará, lo que nos habla de nuevo y más relevante papel del artista en el Renacimiento.
Fijaros en los grutescos y las veneras.






Autorretrato (a la romana) de Ghiberti



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