Se trata de la obra El mercado (Ta Matete), realizada por Paul Gauguin a finales del siglo XIX, en su primera
estancia en la Polinesia.
Se trata de una escena costumbrista de las islas del
Pacífico con el que el autor pretende romper con lo normativo y aburrido de la herencia occidental, y no contento con romper la estética occidental pintando una escena
de tema distinto a lo visto anteriormente, se la inventa por completo, pintando troncos de árboles azules o incluso pintando un paisaje de un
aire tan exótico y primitivo, el cual cuando él realizó esta pintura ya no era
en absoluto así.
Esta
pintura pertenece al estilo post-impresionista, caracterizado por los colores
vivos y la visión subjetiva del mundo y es una composición pictórica de género
que nos muestra principalmente un grupo de mujeres aborígenes, aunque por las
ropas y complementos con las que las pinta Gauguin y las posturas que presentan
parecen mujeres refinadas, incluso de la élite.
Estas se encuentran sentadas en
una especie de banco e interactúan entre ellas, además se aprecia una mujer de
pie que parece observarlas y hace que cambie la perspectiva de la obra, y dos hombres al fondo que comparten la misma
postura, la cual nos recuerda a aquellas posturas que presentaban los
personajes de las pinturas egipcias. Todo ello en un ambiente exótico con
árboles por todas partes y abundante vegetación. Gauguin pretende dar un mensaje rompedor e innovador, inclusive de protesta
ante el arte occidental al crear esta composición pero también pretende que
oigamos, olamos y en definitiva, sintamos este cuadro.
Se
trata de un óleo sobre lienzo con una pincelada pastosa.
La
composición es asimétrica y estática.
Predomina una gran línea horizontal sobre
la que están colocadas cinco mujeres y que además se encuentran sentadas en un
banco con forma rectangular y además, destacan las líneas horizontales y
verticales ya que esta pintura está inspirada en la técnica egipcia reconocible
por su escasez de curvas y diagonales.
Cuando
nos ponemos a observar este cuadro vemos en seguida una destacable línea gruesa
y recta que predomina sobre el vivo color de un dibujo geométrico y
esquemático. Retomando el tema de los colores del cuadro, vemos que aparecen
tanto colores cálidos (vestidos de dos de las muchachas sentadas o los propios
tonos de piel de los personajes) como colores fríos ( árboles, ropajes…) e incluso
se llegan a mezclar, un ejemplo es la fusión que se ve en el suelo de la obra
entre un verde y un naranja o las ropas de la muchacha levantada, la cual tiene
una falda con colores cálidos y una blusa azul. Dichos colores son saturados,
planos y bastante irreales (no existen árboles con troncos azules o morados, independizándose así de la realidad para acercarse a la música por medio de la sinestesia).
Además son complementarios ( es decir que se encuentran en una posición oponible
dentro del círculo cromático, como podemos ver en las sombras del banco frente a los cálidos superiores).
La
luz es irreal y en muchos lugares se prescinde del claroscuro.
En
cuanto al espacio, se encuentran fondos planos y figuras bidimensionales que
presentan convencionalismos egipcios como los pies danzantes, la forma de las
manos, del pelo, o la forma de los ojos de la muchacha levantada y de la
primera sentada en el banco si empezamos por la izquierda, la cual no es para
nada real y es una clara copia de las pinturas egipcias. Además los dos
personajes masculinos del fondo nos recuerdan a dos personajes sacados de
escenas de cosecha de las pinturas egipcias, por tanto vemos que el autor
mezcla también elementos de diversos temas egipcios.
En
cuanto a las figuras vemos claramente que son antinaturalistas (el ejemplo
anterior de los ojos de las muchachas lo deja bastante claro), tienen un canon
estilizado, una posición estática y estable.
Vemos
hieratismo en las expresiones en las que poco falta para alcanzar la isocefalia, aunque están individualizadas. Como he citado anteriormente las
figuras están efectivamente relacionadas entre ellas, las mujeres del banco
hablan entre ellas, se miran, la muchacha levantada las observa, sin embargo,
los personajes masculinos del fondo no presentan relación ni entre ellos ni con
los demás personajes, siendo quizá el elemento más arcaico de la obra y el que
copiaría más fielmente la estética egipcia.
No
se aprecian texturas.
Esta
obra pertenece al post-impresionismo por el el uso de pinceladas distintivas,
los colores vivos, la geometrización de los personajes, la composición
simplificada y estática, la visión subjetiva de la realidad y el interés por
lo exótico entre otras características.
Esta obra es un claro ejemplo de la reacción ante el
Impresionismo, movimiento que en la segunda mitad de el siglo XIX se había
popularizado bastante entre los pintores franceses, por ello Gauguin aburrido
de “tanto” Impresionismo, decide crear algo totalmente nuevo y que no se
asemeje en nada.
Como he mencionado durante todo el análisis la clara influencia
anterior de este cuadro está en las pinturas egipcias (pero también en otros estilos anticlásicos, como el románico).
Paralelamente a su
tiempo será un gran referente para Van Gogh(ambos se conocieron personalmente),
el cual copiará su pincelada y el uso de sus característicos colores
complementarios. Posteriormente será un gran referente para los simbolistas que
como él buscan el exotismo y se sienten tan fascinados por él, de la misma manera que el fauvismo o las orimeras abstracciones que se siente inspirado por su uso del color
Sara Viejo
2º Bachillerato
IES Los Olivos en Mejorada del Campo