En medio del cielo aragonés destacan dos grandes torres.
La más elevada corresponde a Santa María, renacentista y octogonal con cuerpos que se van estrechando en altura mientras se decoran con labor de menado.
Muy cerca de ella se encuentra otra más antigua, la de San Andrés (pues se supone su inicio tras la conquista de Alfonso el Batallador de la zona) con tres cuerpos correspondientes a los siglos XIV, XV y XVI, con exquisitos juegos de los ladrillos en sus bandas horizontales que vemos evolucionar según ascendemos hasta componer un extraordinario catálogo de sus formas que articular los paramentos jugando con la luz cruda de Aragón.
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