miércoles, 15 de mayo de 2019

Análisis y comentario. Mondrian





Tema. No existe como tal. Al igual que ocurre con otras propuestas abstractas el tema desaparece al concebirse el cuadro como una simple superficie plana de formas y colores. Se ha renunciado, por tanto, a una de las características propias de la pintura clásica: la representación del mundo. Frente a ello, el autor pretende un arte desligado del entorno, una especie de objeto autónomo cuya misión ya no es representativa. (Ya no es una ventana, como pensaban los renacentistas).

Este mismo carácter anti-figurativo hace que se prescinda, en el título, de cualquier tipo de alusión a la realidad, numerando por orden de ejecución los proyectos.

Técnica. Pintura acrílica sobre lienzo. Esta pintura consigue una factura más industrial, y por tanto, más autónoma del propio pintor o sus sentimientos.

Composición. Se encuentra totalmente regida por una estricta geometría que dispone los planos de una forma regular, haciendo uso de complicadas relaciones matemáticas.
Por la preferencia en la utilización de las horizontales y verticales la podemos considerar como estática. La posible monotonía de tal organización está rota por la inclusión de distintas posiciones de las figuras geométricas y el color

Dibujo. Mondrian parte de la línea recta y gruesa como base de la composición. Su función no es la de representar, sino la de separar de forma nítida los distintos colores empleados.

Color. Se utilizan tan sólo los colores primarios (rojo, azul, blanco, amarillo) más el blanco y el negro. Dichos colores son planos (sin influencia de la luz) y de una tonalidad continua y bastante saturada (intensidad fuerte).
Al igual que la línea, tampoco pretenden describir nada de lo real. Son colores en si mismos que se ofrecen al espectador en bruto.

Pincelada. El acabado de la obra busca no mostrar ningún rasgo personal. No se advierten ni las pinceladas y todo se rige por un constante afán de impersonalización que se aleja de lo artesanal.



COMENTARIO.

Nos encontramos ante una de las propuestas más radicales del movimiento abstracto del siglo XX en donde la figuración (o sus recuerdos, como en el caso de Kandinsky) han desaparecido por completo.

De esta manera, el cuadro se ha convertido en un objeto autónomo de la realidad que posee sus propias leyes internas. Entre ellas figuran, ante todo, el orden y la claridad que propugnaba todo el grupo neoplasticista encuadrado en torno a la revista De Stilj.

Ya no se pretende representar lo real. Más bien, el interés se centra en crear una nueva realidad, un arte puro que ejemplifique una idea de equilibrio total. Eliminando lo particular, el autor busca leyes basadas en la geometría y el color puro que transmitan, más que una emoción (como hacían los expresionistas o luego los expresionistas abstractos) una idea de armonía (ésta se encontraba en íntima relación con el pensamiento teosófico que ya analizamos aquí, que pretendía, basándose en ideas orientales, crear un lugar físico en donde las energías de hombre y su entorno se comuniquen).
Esta idea de equilibrio se basa en una constante lucha de contrarios (color vs línea, unos colores contra otros, horizontal vs vertical...) y asimetrías constantes que permitan la diversidad dentro de la unidad. Un lugar ameno y regido por la matemática (en el fondo, como ocurría en Kandinsky, aunque con otra estética, por la música) en donde desaparezca la tragedia y el invididualismo

En este sentido, el objetivo último es crear todo un nuevo ambiente al hombre que devuelva al orden y el equilibrio. De hecho, el cuadro se pensaría para un lugar concreto, en relación con la arquitectura y hasta el propio mobiliario, lo cual estaría adelantando una idea tan actual como la del diseño como una forma de mejorar la vida cotidiana. (Estas ideas se terminarán aplicando a la arquitectura, con planos que se intersecan, como un cuadro de tercera dimensión ).

Aunque pueda parecer excesivo, todo este proceso de depuración formal tiene profundes raíces neoplatónicas que unen macrocosmoss y microcosmos, pretendiendo realizar lo que ya habían hecho los griegos clásicos: crear un arte profundamente humano en su concepción pero alejado por completo (en especial su arquitectura) de los motivos naturales que son trascendidos a partir de la medida y le geometría.

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