miércoles, 30 de octubre de 2019

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Le llamábamos Juani

DALE AL PLAY Y DESCUBRE DOS MIRADAS SOBRE UNA PERSONA


Aunque se llamaba Juan todos le llamamos Juani, no sé muy bien por qué. 

Era alto y guapo y solo muchos años después supimos que era gay, aunque entonces ni siquiera él lo sabía e iba de flor en flor para envidia los demás. 

Pero no es esta la historia que quiero contar (al menos por el momento), sino su amor por Queen que ponía toda pastilla en un cassette en uno de los laterales de la banda izquierda. 

Pues Juani jugaba al fútbol como los ángeles e incluso algún tiempo estuvo en los juveniles en el Real Madrid aunque luego lo dejara, no sabemos tampoco muy bien por qué

Quién lo iba a decir, él que parecía un modelo, con sus gestos lánguidos y media melena que volvió locas a las chicas el primer día que apareció por el campo y nos preguntó suavemente:

-¿Puedo jugar con vosotros? 
Y menos mal que el puesto de portero estaba ya cubierto pues era el lugar habitual del que llegaba nuevo, y alguien le dijo, tal vez Carlos:
-Nos falta un defensa. 
Y desde entonces no llegó balón alguno a nuestra portería, pues todos los atajaba él sin el más mínimo esfuerzo.

Parecía cosa de magia. 
Estaba en el lugar preciso como si alguien se lo hubiera dicho de antemano y con un simple movimiento robaba el balón con una cotidianidad que tenía algo de milagro de todos los días. 
Mimaba entonces la pelota, alzaba su cabeza y sin esfuerzo alguno la colocaba a los pies de Montoya, nuestro delantero de mayor voluntad que mérito. 
Ocurrió así una otra vez hasta que sacó sus walman, se puso los cascos y en la siguiente jugada no lanzó largo sino que avanzó por medio del campo sorteando a un jugador tras otro, sin esfuerzo, como si en realidad estuviera bailando, y al llegar a la portería contraria, amagar hacia la derecha y empujar la pelota hacia la izquierda, como un blando algodón sin peso. 

A partir de aquel momento los milagros se multiplicaron día tras día en aquellos descampados en los que jugábamos poniendo dos piedras como portería y encima las chaquetas o las mismas carteras si es que acabábamos de salir del cole. 
El campo solía estar lleno de hoyos que en invierno se convertían en charcos, pero Juani también los regateaba a ellos, aunque estuviera rodeado de chicos. 
En él todo parecía lo más normal del mundo, y mientras nosotros nos esforzabamos en un simple regate, el jugaba como si sólo estuviera respirando.
Con vaqueros, con zapatillas o con zapatos, daba lo mismo. Juani siempre jugaba como si estuviera bailando. Bailando con el balón que tocaba muy suavemente, casi como una caricia, para de pronto salir disparado a una velocidad terrible para plantarse ante el portero y batirle, mientras escuchaba a Queen
Era capaz incluso de jugar al ritmo de la música y atacar como una batería pasando medio campo regateando mientras en la banda sonaba don't stop me now y, en la última estrofa, acribillar al portero rival con un tiro raso, junto a la piedra que lo delimitada.

Lo hacia todo perfecto, sin humillar a nadie, saltando por encima de las piernas que le lanzaban como si fueran guadañas, aéreo, distinto a nosotros que seguíamos a ras del suelo mientras él se elevaba y cabeceaba un pase imposible de Montoya, parado en el aire como un ángel sin alas. 
Era tal su manera de jugar que muchas veces nos quedábamos parados, tan sólo mirándole, y él tenía que terminar la jugada solo ante la impotencia de todo el equipo contrario que, cuando nos apuntamos a la liga del barrio, ya casi se daba por derrotado casi en el mismo momento en el que él colocaba el cassette en la banda. 
Fue así como conseguimos ser campeones durante dos años consecutivos. Nos llamábamos el Colmos, pues cuando Carlos fue a apuntarnos en la junta de distrito confundieron la ese por una ele y nos quedamos con ese nombre ridículo y unas camisetas amarillo canario que habíamos conseguido con la publicidad de una ferretería. 
Qué tiempos tan magníficos fueron aquellos, cuando un equipo de amiguetes tan mediocre se codeó con los mejores por obra y gracia de Juani que un día desapareció como había venido y sólo muchísimos años después nos lo encontramos en uno de los primeros orgullos de Chueca a finales de los ochenta cuando ser gay era, todavía, algo distinto, pues todos éramos muy comprensivos y tolerantes siempre y cuando... 
Pues todos teníamos un supuesto conocido gay
(... pero todavía Arevalo seguía con sus chistes de mariquitas) 
Y cada uno podía ser lo que quisiera ser
(... aunque, un amigo...)
Y en la televisión aparecían con desparpajo
(... Pero así, tan cerca...)
Y ya se podía vestir de rosa
(... pero no escuchar a los Pecos)

Tardaríamos mucho hasta llegar a la normalidad (¿de verdad que ya se ha conseguido?), y aún hoy, modernos y tolerantes, todavía  preferimos recordarlo con un balón en los pies, escuchando a Queen a toda pastilla, y solo entonces nos sonreímos, apenados de nosotros mismos y nuestros dobleces.
- ¿Os habéis dado cuenta?
- Sí - contestamos con una sonrisa de tapar vergüenzas, y recordamos cómo nos indignábamos cuando nuestros mayores criticaban a ese Fredy Mercury sin camiseta haciendo el mariquita
Precisamente aquel homosexual que llenó nuestra adolescencia de pura épica, igual que Juani al que no nos atrevimos a saludar en aquel Orgullo, no sabemos si más avergonzados como inquietos.

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