Planta de San Baudelio. En ella se observa el presbiterio cuadrado, el gran pilar central, la mezquitilla y la entrada a la cueva
Esta zona fue reconquistada por Fernando I a mediados del XI, y muy pocos años después (hacia 1086) se erige la iglesia. Muy probablemente anterior a ella ya existiría un eremita o un pequeño cenobio que vivirían en torno a la cueva y manantial que se encuentran en el cortado de calizas
La primitiva cueva
La iglesia desde la cueva.
Restos de la fuente que dio de beber a los primeros ermitaños
Esta pequeña comunidad practicaría la penitencia y la oración, perdida del mundo, en aquel desierto, y en algún momento decidió crear un edificio para el rezo común.
Para realizarlo tomaron como modelo el arte musulmán (que era el que conocían, ya fuera porque eran mozárabes emigrados desde el sur, ya por los Beatos) y realizaron una arquitectura llena de soluciones musulmanas (palmera, bóveda de arcos entrecruzados en su interior, arcos de herradura y ¡una pequeña mezquita como zona baja del coro!)
Alguno se puede sorprender que unos religiosos cristianos utilizaran para su obra el lenguaje del enemigo. Sin embargo deberíamos entender que el mundo era distinto a lo que nosotros creemos saber. Existía luchas, pero más que por religiones era por territorios, y la pretendida Reconquista (como tantas veces nos dice JV) aún no se había inventado.
Por otra parte, aquellos monjes de los que hablamos aún no eran monjes verdaderos, pues faltaban varios años para que entrara en la Península la reforma de Cluny, aquella que crearía los monasterios y sus reglas tal y como las conocemos. Su idea de la religión era mucho más íntima y sin tantas reglamentaciones ni cuestiones teológicas. Buscaban a Dios en el soledad de ellos mismos por medio del ayuno, la penitencia y la oración. Nada más.
Si queremos completar el cuadro, no deberíamos olvidar que a finales del siglo XI comienza a crecer dentro del Islam una fuerte corriente ascética llamada sufismo que dará sus grandes frutos en los siglos posteriores. Estos sufíes, al igual de los eremitas de los que hablamos, eran hombres de Dios que también despreciaban lo reglamentado y oficial, y buscaban la divinidad sin darle nombre, pues eso era la verdaderamente importante.
¿Podéis comprender ahora un poco más? Quizás la propia palmera os ayude.
La palmera ha sido uno de los árboles sagrados para las tres religiones y podemos verla en numerosos pasajes de la Biblia, los Evangelios o el Corán. Muy a menudo ha servido como símbolo del Paraíso. ¿Creían crear así en su iglesia un Paraíso anticipado? Quizás
La palmera es el símbolo del oasis, el refugio ante una naturaleza hostil, como aquella de los páramos sorianos.
Símbolo de la unión entre lo terrenal y lo celeste (así lo piensa Ibn Arabí, el famoso sufí, y Sureda, uno de los grandes expertos del Románico español, lo reafirma) que une las arenas de las dunas con las estrellas en los desiertos. Un símbolo de vida en medio de la nada, del triunfo de las acequias ante el mundo lleno de calor. ¿Acaso querían simbolizar todo esto los constructores de la iglesia? Así lo piensa Jiménez Lozano.
Pero aún hay más. Según Almazán, esta palmera de San Baudelio era, además de un símbolo, el final de todo un complejo camino de perfección.
Según su teoría, San Baudelio en un instrumento de conocimiento para el ermitaño que comenzaría meditando en el subsuelo (aislado de percepciones, lo cual generaría estados alterados de conciencia que generan visiones, más aún cuando se encuentra en las entrañas de la tierra con toda su carga simbólica de muerte-renacimiento, y que se utiliza ya desde el
Paleolítico) para terminar en el hueco que posee la palmera en su interior (y que tiene una bóveda de nervios califal) asimilada normalmente a lo celeste, lo cual nos hace también recordar al
famoso eremita San Simeón, subido a su columna
Las teorías más cautas hablan, simplemente, de aspectos puramente simbólicos de ascensión hacia el cielo (Agustín Escolano, 2005) que el autor conocería gracias a las ilustraciones de los Beatos (en el Burgo se hacía precisamente uno mientras se construye la iglesia, 1086). Incluso aquellos autores menos espiritualistas hablan simplemente de una pequeña cámara del tesoro en donde esconder los objetos litúrgicos ante las frecuentes razzias islámicas, siguiendo el ejemplo conocido de las iglesias del prerrománico asturiano (Yarza)
Mezquita de Damasco (siglo VII)
Palmira(siglo I d C)
Junto a todo esto no deberíamos olvidar una idea que suele pasársenos por alto cuando analizamos el arte medieval.
Como señala Olaguer, nosotros ahora sólo vemos piedras, pero en su momento aquellos lugares estuvieron policromados, llenos de objetos litúrgicos e iluminados por velones, antorchas, candeleros… Con todos estos añadidos el espacio habría de cambiar por completo y crear un recinto mucho más lejano de la realidad (sobre todo en la mentalidad, en absoluto racionalista, del momento) y más propicio al encuentro con la divinidad (Aquí ya analizamos sus pinturas, especialmente las del periodo prerrománico)
Reconstrucción virtual de San Baudelio, con todas sus pinturas, actualmente en el Prado y en Nueva York
Si a ellos les añadimos los cantos y los gestos ritualizados de la liturgia… ¿Nos podríamos imaginar el efecto?
Agustín Escolano ha insistido que quizás una clave de la interpretación de San Baudelio tendría que comenzar por la
polifonía mozárabe (muy distinta al canto gregoriano que impondrá Cluny) en donde las voces formarán un complejo conjunto de sonidos que se multiplicarán hasta el infinito en la bóveda, mezquitilla y cueva ¿Podría ser esta la manera de acercarse a lo divino, por medio de la sensación irracional del sonido, los gestos repetidos y las imágenes bailando al ritmo de las llamas? Si fuera así nos recordaría al tafarruy islámico practicado por el mundo sufí