Como colofón a toda la decoración del Partenon (luchas contra lapitas, amazonas, Troya... en las metopas; hechos míticos de la ciudad de Atenas, como el nacimiento de Atenea o la lucha de Atenea y Poseidón por la protección de la ciudad en los dos frontones o la propia escultura crisoelefantina de Atenea Promacos) el equipo de Fidias plasma en el friso exterior la procesión de las grandes Panateneas que arrancaba desde el cerámico, pasaba por el ágora en la vía panatenaica y subía a la acrópolis.
En esta procesión participaban tanto los grandes ciudadanos, como los artesanos o las vírgenes (las arréforos y las ergástinas) que habían tejido el peplo (pieza de ropa) para colocarlo en la xoana (primitiva escultura de madera de la diosa, Atenea Polias), siendo la celebración por excelencia de la polis, su relación con la divinidad y su propia imagen de sí misma como sociedad.
La procesión avanza por los dos lados largos hasta concluir en la reunión de Dioses del Olimpo que observan la ofrendas. Toda la obra tiene así un claro efecto cinematográfico que empuja al espectador a avanzar con todos los personajes, con un dinamismo asombroso que nunca se había conseguido hasta entonces.
Las distintas piezas no son, por tanto, obras aisladas, sino que forman parte de un conjunto y una narración en el tiempo y el espacio, lo cual resulta aún más asombroso si recordamos que en su realización actuaron más de una decena de grandes escultores, cada uno con su particular estilo que , acaso por órdenes orales del propio Fidias (o esbozos), elaboran su parte de la historia.
Toda la obra estaba realizada a mucha altura y en un lugar bastante poca visibilidad (entre el muro y la columnata exterior) por lo que las piezas estaban ligeramente volcadas hacia el exterior y pintadas de fuertes colores para mejorar su visión, teniendo postizos (como el tridente de Poseidón, o coronas doradas)
En este friso podemos encontrar algunos de los momentos de mayor y más exquisito clasicismo (que luego derivarán en el llamado Estilo bello), con un juego asombroso en las telas de los personajes o el gusto por la anatomía (de los hombres desnudos, de los caballos) que consiguen el ideal griego de belleza de las formas naturales a través de la proporción y el movimiento tranquilo, la armonía entre lo material y lo espiritual.
Incluso el espacio (y partiendo del relieve aplastado o sttiacciato) es asombroso, colocando las figuras en el espacio por medio de un relieve decreciente hacia el fondo.
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