martes, 10 de marzo de 2020

EL PALACIO DEL BUEN RETIRO

 



 Desde tiempos de los Reyes Católicos existirá en la zona (aún existe) un monasterio de Jerónimo trasladado desde las orillas del Manzanares en donde los reyes austriacos pasaban los retiros de sus lutos; de ahí arranca el nombre, el Buen Retiro.
 

Ya en el siglo XVII, Olivares intentará crear para su rey , Felipe IV, un paraíso en la tierra que le alejara del Palacio con todos aquellos placeres que tanto amaba: jardines, teatro, plaza de toros, pinacoteca…

Lo realizará en torno al monasterio y a una gran pajarera propiedad de su mujer, lo cual le dará el mote con el que lo conocerán los madrileños de la época, el Gallinero

Para ello encargó a Alonso de Carbonell (aunque bajo proyecto de Gómez de Mora y Crescendi) la construcción de un palacio, más grandioso que real, para el que se utilizó todas las claves herrerianas que Gómez de Mora (arquitecto real) ya había ensayado en la Cárcel de Corte o en la Plaza Mayor, con su estructura geométrica, sin casi ornamentos, torres esquineras con chapiteles y tejados de pizarra.

De toda aquella construcción, muy pronto arruinada por su escasa calidad, sólo nos resta una crujía que durante un tiempo ocupó el museo del ejército que podéis ver en estas fotos
 



Reconstrucción informática del Salón de Reinos.
Tomado de Algargos
Era toda una verdadera ciudad, casi tan grande como el Madrid de la época





Era tan fundamental el entorno, con un coliseo para representar obras de teatro en donde participaron el famoso tramoyista italiano Cosme Lotti y que en la tantas obras se representaron para la corte (y la primera ópera, estrenó Calderón de la Barca). 
(Se encontraría, junto al Salón de Baile, en el actual Casón del Buen Retiro del que restan los frescos originales de Luca Giordano)

  
Decorados en el Buen Retiro para obras de Calderón


Una plaza de toros portátil en donde hasta el propio rey intervino en más de un festejo
Un picadero como éste que nos aparece en el cuadro de Velázquez




Un lago (mucho más regular que el actual) en donde se efectuaron naumaquias y con su isla artificial central, sirvió de escenario para representaciones teatrales llenas de “efectos especiales” y fuegos de artificio



De él partía una larga ría por el que era utilizada por el monarca para dar largos paseos en unas góndolas regaladas por la república veneciana


Todo estaba lleno de jardines, gran parte de ellos regulares, y grandes olivares cercanos a Atocha

A los famosos paseos de pérgolas acompañados por fuentes.

 Con giardinos secretos al modo manierista (en España ya usados en el Escorial)

Dada la época no se olvidó el carácter religioso y los jardines estaban plagados de ermitas (más decorativas que devocionales), como la de las Campanillas que ornaba el centro de la fuente ochavada. O la de San Antón


Todo un mundo fastuoso del que apenas si nos queda la memoria de algunos grabados, el plano Texeira, la maqueta del Museo de San Isidro y las numerosas descripciones de la época




Para saber más



Y por supuesto un libro clave
Jonathan Brown y John H. Elliott. Un Palacio para el rey. (1980, con revisión en 2003)
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