lunes, 31 de agosto de 2020

TESORO DE SERRADILLA. Periodo orientalizante


En el museo arqueológico de Cáceres, y posiblemente emparentado con el de la Aliseda, os encontramos con un  tesoro que un barquero de la zona de Monfragüe quiso vender en una platería de Plasencia en los años 60.

Nos encontramos con obras típicas de la época orientalizante (como ahora llamamos a Tartessos) de gran calidad en el trabajo que se localiza entre los siglos VIII y V a C.

En él encontramos arracadas, pequeñas placas labradas , cordones y cintas...

martes, 25 de agosto de 2020

AQUELLAS PRADERAS AZULES.La historia de una obsesión rubia. Cuando fuiste Blondie

DALE AL PLAY, SABRINA, PARA ENCONTRARTE A TI MISMA




Mucho antes de conocerte ya me enamoré de ti viendo Grease, con Olivia Newton Jonh toda vestida de cuero negro en un parque de atracciones.

Cuando al fin te conocí, supe que eras tú en el maquillaje (amarillo y violeta) de Boy George, y en los años siguientes te encontré en decenas de mujeres, desde la novia (olvidé el nombre) de Kárate Kids a la dulce mirada de Meg Ryan. 

Te vi en Top Gun persiguiéndome en tu coche por las calles onduladas mientras cantaba Berlín, y yo te iba a rescatar de tu fábrica como un oficial y caballero, pues tu has sido (para mi gloria y mi infierno) la historia de una obsesión, un recuerdo recurrente, un pasado que vuelve transfigurado mil veces y se hace insoportable en las noches de lluvia de invierno, cuando los monstruos tienen nombre de mujer o son puros ángeles



Bastaba una mirada verde, una melena dorada, el gesto dulce de un mohín de cariño, una voz de registros dulces, una coca cola con pajita, un morderse suavemente el labio con una gota de picardía en los ojos, una ropa holgada, una canción ... El catálogo fue siempre infinito y estaba agazapado en la memoria esperando el momento preciso de dar el zarpazo, devolviéndome a la casilla de salida. 

Pero si hubo algo que se mantuvo desde el primer momento y no me ha abandonado hasta hoy has sido tú como Blondie. 



Una música de baile cuya letra lo decía todo, aunque yo entonces no quisiera hacerle caso. 
Corazón de cristal, el que se hizo añicos cuando me dejaste con un 

-No puedo seguir tu ritmo. 

Tras aquello fue de nuevo descender a los infiernos de la soledad y el desamparo de los que solo me rescataría Pili. 
Un profundo hoyo de silencios que se hizo inmenso cuando Manuel puso aquella pantalla en el Penta y se afilió a MTV, nuestro particular YouTube de los 80 antes de internet. 
Fue entonces cuando por primera vez pude ver el vídeo de aquella canción y me quedé sin aliento, pues eras tú misma cantando tu canción favorita. 
La misma ternura de ojos claros, esa imagen sexy y desafiante que solo era un disfraz en donde ocultar fragilidades y pasados dolorosos. 
Dios santo, como podíais tan semejantes y dolorosas. 

A partir de entonces, no se si copiando sus vídeos o porque en realidad eras ella sin saberlo, una vez te encontré con el pelo recogido en su misma gorra de cuero, con los ojos maquillados como si fueras un replicante que ella usó en otros de sus vídeos. Pero estabas con otro. 
Te vi incluso como Deborah te copiaba y usaba ese body que yo una vez te conocí y me volvió loco en la pradera. Pero entonces era de otra persona. 

Cuando volvimos de nuevo a mi me hubiera gustado contarte todo esto, pero tu no me dejaste, pues metiste en Blondie una nueva idea que entonces te empezaba a rondar la cabeza. Se convirtió así en tu personal icono feminista a la vez que yo cambiaba de canción
Call me, sígueme, me dijiste sin necesidad de palabras esos días, y yo te segui aunque nunca tuvimos un mar juntos. 
Lo hice para descubrir que, tras las inocencia de antaño, tenías una sensualidad nueva que se guardaba en el fondo de tus pupilas. 
Te seguí durante todo aquel verano, y al final de él te hice mucho daño, me dañé a mi mismo con mis obsesiones, y tú te marchaste de nuevo, o te eché yo, en el fondo era lo mismo, pues siempre habías sido mi monstruo más deseado y yo acaso tu más querido verdugo. 

Éramos un lugar plagado de minas que buscábamos sin parar para hacernos explotar por los aires, destrozados. Éramos eso y, a la vez, unos simples prisioneros a los que les valía un simple encuentro fortuito para borrar todas las deudas que nos teníamos y... 
No se tú, pero yo cada vez que te vi en aquellos años siempre caí rendido, y si no di el paso fue por puro pánico de sentirme rechazado. 

Pero la fuerza del destino conspiró y cuando yo ya me sentía inmune a vuestros encantos, otro encuentro inocente nos ha vuelto a juntar. 
No pude resistirme al pasado, a aquellos rutilantes labios rojos con los que apareciste ayer mismo, cuando jugábamos a recordar el pasado como un simple entretenimiento cuando en realidad hacíamos otra cosa que nos atrevimos a confesar hasta que nos encontramos besándonos y con Blondie explicándolo en una nueva canción. 

Escúchala y lo comprenderás todo


Es la historia de nuestra propia obsesión




sábado, 22 de agosto de 2020

LAS MURALLAS DE LUCCA


Aunque se iniciaron mucho antes, la mayoría de las murallas que podemos contemplar fueron realizadas en los siglos XIV y XV (renacimiento). 


Una obra monumental que aplica las novedades de la traza italiana que explicamos aquí (once baluartes, doce cortinas (con largas hileras de plantas) y foso externo con su respectivo terraplén y medias lunas). 4200 metros de defensa 




martes, 18 de agosto de 2020

martes, 11 de agosto de 2020

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Los blues lentos de las tardes de agosto

DALE AL PLAY , Y DESPACIO, MUY DESPACIO, SIGUE LA MÚSICA.



Paso, indolente, mis dedos por las geografías de tu pecho en la penumbra atigrada de la habitación
Afuera es mediodía radiante y tu piel está humedecida por un sudor pasado. 

Tu pezón, dormido, se flexiona lentamente ante el paso de mis dedos y tus pechos de miel tienen la densidad de los sueños, calientes, lentamente perezosos como los blues que me enseñaste a escuchar tras el amor en aquel verano de prodigios en el que bailamos con frenesí el bolero de Ravel y nos enredamos una y otra vez en los cuentos de nuevas princesas de tacón de aguja y guitarra eléctrica de Roxette

Hicimos también eso para amarnos en aquella casa sin aire acondicionado ni ventilador de techo en la que terminábamos empapados de nosotros mismos, y entonces tú colocabas esta cinta en el radiocasete, toda llena de blues que me dejarías como regalo envenenado. 


Eran los sonidos de queja y duelo de aquellas guitarras que nos sirvieron para amarnos de otra manera mucho más lenta, como si fuéramos una pareja antigua que en 21 días atravesó decenas de paraísos paralelos y en muchos recaló como si nuestro amor fuera un marinero sin puerto, audaz y lento como esta música que yo escuchaba acariciándote con lentitud el vientre, con las yemas de los dedos en carne viva al sentir el calor que, lentamente, salía de tu piel de almendras mientras bajaba hacia tu sexo, igual que una guitarra que gime con agonizante lentitud y

Y tú, entonces, me amarrabas con tu dulce poder de encantadora maestra y no me dejabas avanzar más, pues debías enseñarme el poder insomne del más despacio aún, casi como si no quisieras, hundiéndote en sopor sin tregua del mediodía, como si el mundo fuera un pozo luminoso en donde tu cuerpo nadaba junto al mío y, al rozarse, se sucedían estrellas y suaves melodías que nos bañaban con una pereza picante, un dolce far niente mientras los sexos se desperezaban sin apenas hacerlo, heridos de una nostalgia dulce que hacía llorar a las chicharras del parque tras las ventanas. 

Todo eso y, a veces, nuestros dedos susurraban poemas en la espalda del otro que jugábamos a adivinar letra tras letra dibujadas por un dedo en la piel.
Eso mientras tú me mirabas con tus ojos de avellanas, sonriendo con ellos mientras tus dedos me decían, acaso, procacidades y otras músicas salidas de las vísceras y destiladas con la suavidad de los atardeceres en el mar  
¿Para que describir lo evidente? 

Sólo necesitamos esa música, tú y yo y nada más para querernos. 
Tan lentos. 
Prisioneros de un mundo sin frenos que, poco a poco, iba apoderándose de nuestros cuerpos hasta hacerles desear otros senderos que dejábamos pasar, como si el deseo fuera una larga carretera sin fin por medio del desierto de Nevada.
Bajo sus espejismos de calor tú me enseñaste a resistirme a ese primer impulso de buscar el abismo y ser suavemente música, sus deseos incumplidos rondando el alma con sus lamentos de uñas arañando.
Pastorear canciones, inventar luegos y lugares sin dueño que nuestras manos tocaban por primera vez, y por primera vez éramos tocados para hacer nacer en el contacto una corriente eléctrica que nos hacía fosforecer en la penumbra, cada vez más ardientes, como si la música tuviera dientes que nos van mordiendo incendios por dentro...

¡No, espera!
Todavía no, cariño.
Deja que un aguijón de fuego recorra nuestras entrañas antes de querer marcharte, mécete en el calor que nos envuelve, el que te crece dentro, ¡espera!...
¡Para un momento!
Pues no quiero aún explotar como la Estrella de la Muerte en medio del  espacio sideral que nos rodea, Luis.
Desde hace semanas todo el universo conspira y...
Creo que no podré decirte todo lo que querría...
¡ No sigas, por favor!
¡¡¡Luis!!!!

Y acaso eso era, al menos en parte, el momento amarillo que sube por las enredaderas en otoño.


  Luis. Soldado desconocido

                       AQUELLAS PRADERAS AZULES. ÍNDICES



                                  ÁNIMA MUNDI


viernes, 7 de agosto de 2020

martes, 4 de agosto de 2020

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Tus rincones de miel

DALE AL PLAY Y ESCUCHA CÓMO SUENA LA MIEL 




Siempre me gusto mirarte envuelta en esta canción que una y otra vez pinché en el Penta solo para ver tus ojos verdes atardecidos sobre la melodía, y aquella voz de encantamiento acariciándote el pelo como si fuera una brisa llena de olas sobre la playa, esa que nunca pudimos vivir juntos en todas las veces que...

Ay, Sabrina, te he visto crecer desde los dieciséis. Te vi abrir los primeros sépalos de tu delicado capullo en nuestras primeras noches de agosto, mientras mirábamos estrellas y esta melodía ya era nuestra en la primera cinta que me regalaste

Luego, tan pocos meses después, floreciste de forma abrupta reventando en las navidades siguientes. Una flor a veces venenosa en la que por primera vez en la vida yo sentí el néctar que crecía en tu interior. Un hielo de fuego como esta canción, cuando en estos sofás del Penta en donde ahora te sientas, justo en la penumbra de la cabina del pincha, mientras nos cantaba Barry White, mi mano avanzó desde el ombligo a la dulce flor que nacía entre tus muslos y me sentí abrasado por aquella humedad en las yemas que era todo un bálsamo de ternura y furia.

¡Dios Santo. Cómo un solo tacto puede decirse tantas cosas sobre el paraíso!

Mientras cantaba Barry White, yo conocía los laberintos del deseo y te besaba como si te quisiera robar el aire, calcinado por ese aliento que se volvía ardiente cuando mi mano te visitaba y el mundo entero desaparecía.

Eras tan bella por dentro como por fuera, Sabrina, aunque eso no lo pude saber por completo hasta la tercera vez, cuando al fin te vi por completo desnuda en el pasillo de mi propia casa y (comprendí que) las flores más bellas tienen el destino de convertirse en frutas llenas de agua.
Frambuesas, fresas o cerezas. No me preguntes por qué, pero eso sentí que eras la primera vez que te desnudé por completo ante la luz de una gran vela, y cuando, en una visita al Museo del Prado, Lucas se empeñó en explicarme el Jardín de las delicias del Bosco, pero yo solo supe sentir en mi paladar el sabor de tus pechos, iguales a aquellas frutas del panel central que tenían el tacto de tus muslos y el peso insomne de tus párpados cuando viajabas a California y se cerraban para dejar ver tu maquillaje azul y amarillo, como un verdadero milagro en medio de la penumbra de esta canción que yo grabé en una nueva cinta que nos acompañó en aquellas noches en donde mis manos se convertían en saxofones y tus besos eran violines; una espacio de tacto y gemidos que solo se parecían a sí mismos y al propio Neruda cuyos Veinte poemas nos servían de mapas de descubrirnos en aquellas praderas azules llenas de grillos
Su voz (la de Barry, la de Neruda también) nos guiaba para encontrar el punto más alto de los suspiros, aquél tras el cual sólo queda el vacío de la física cuántica que, más tarde, cuando tu fruta madurara definitivamente, me enseñarías a conocer como si fueras aquella chica que sentada en un rincón del Penta de pronto levantaba los ojos cuando yo pinchaba esta canción y un chorro de luz me inundaba el pecho, igual que si fuera un jedai y tu mi princesa Leia encerrados en el espacio sideral de una sola canción que una y otra vez sonó entre nosotros como lo hace el viento sobre la playa anochecida, que es arena y a la vez olas, una mezcla de ambas mientras los años pasan por encima suya y siempre, por muchas cosas que ocurran, siempre que regreso a tu puerto encuentro tus besos, adelgazado como las huellas de las gaviotas
Los encuentro iguales a si mismos y me sigo asombrando de los matices que tienen tus ojos verdes mientras suena esta canción acariciando el alma y, en la noche, te redescubro como un rocío de miel y, ya aleccionado por Lorca, encuentro los fantasmas de los lirios sobre el sudor de nuestros cuerpos que comienzan en los ríos de esta canción hasta acabar entre los paisajes recónditos con sabor a tu sal marina
Para qué más.