Partamos que la atribución no queda clara, y aún hoy hay autores que opinan que debe atribuirse a Giorgione (en la línea marcada de la Tempestad), mientras otros la colocan en el Tiziano joven que tras a muerte de su maestro le intenta resucitar en pinturas hechas a la maniera de Giorgione.
Para lo que queremos hablar esto nos da los mismo.
De la misma manera no nos importa demasiado el tema (también escenario de hipótesis), aunque evidentemente se trata de una forma de resurrección del mundo antiguo sin necesidad de arqueología. Una vuelta al espíritu de la Antigüedad o, mejor dicho, a la Antigüedad clásica tal y como quisieron imaginar los renacentistas, una edad dorada, una arcadia feliz, en donde la vida era armonía (de hombres y, acaso, diosas o ninfas, de música, de civilización y naturaleza, de mujeres y hombres...) que tanto influirá en el paisaje clasicista del barroco.
Sin embargo este post, más que esto se plantea hablar fundamentalmente de los orígenes de la escuela veneciana que tan fundamental será en la pintura moderna (tanto en el Renacimiento con figuras como Tiziano o Veronés), Manierismo (Tintoretto, El Greco), Barroco (Rubens, Velázquez o Rembrandt)...
En ella encontramos el paso (decisivo) del diseño, dibujo y arte mental del renacimiento florentino (cuya gran figura coetánea será Miguel Ángel) a una forma de entender la pintura desde lo sensorial a través de la pincelada suelta, la perspectiva aérea, el interés por las texturas y un fuerte componente de sensualidad en su más amplio sentido (lo que se comprende y disfruta por medio de los sentidos, tanto el ojo como el propio tacto).
Compara esta obra de Botticelli con el Almuerzo campestre y verás el calado de los cambios
Toda esta revolución la produce Giorgione (y la continúa Tiziano) con obras como ésta o como la Tempestad.
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Sin embargo, y además de los dones naturales del pintor, la gran suerte de Giorgione fue estar en el lugar y tiempo justo que le permitiría dar el salto.
Primero, Venecia, una ciudad acuática que, por humedad y brillos, concede a los objetos una visión distinta, mucho más rica en matices, que se terminará por trasladar al lienzo.
Segundo, su primer maestro, Bellini y su pasión por el color que se movía en gamas mucho más intensas de las que habitualmente utilizaban los renacentistas florentinos, con un conocimiento profundo del óleo llegado desde Flandes que había calado mucho más en el norte de Italia que en el centro.
Tercero, Leonardo, que tras la caída de Ludovico el Moro sale de Milán y, durante unos meses, se establece junto a su amigo Luca Pacoili en Venecia y que, según testimonios de la época, conoce directamente a Giorgione y comparte con él su idea del sfumato (perspectiva aérea que desdibuja los perfiles, con una técnica que sólo utiliza la línea para los bocetos, dejando a una pincelada finísima el papel fundamental en los cuadros definitivos, que parecen envueltos en una suave neblina, sin contorno precisos).
Fíjate en esos paisajes brumosos creados con sfumato y verás el origen de los paisajes (y técnica) de Giorgione.
Fíjate cómo los perfiles se han vuelto vaporosos gracias a finísimas pinceladas sueltas
Con estos mimbres, Giorgione inicia la revolución y sustituye el papel preponderante que Leonardo daba a la la luz como constructora, tomando los colores brillantes de Bellini.
Unos colores que renuncian al dibujo, y como el propio Vasari escribía un tanto molesto, utilizaba manchas de "tintas crudas y dulces, tal y como la realidad las mostraba, sin hacer dibujo", la famosa pincelada suelta que aquí explicamos.
Gracias a todo ello la Naturaleza cobra una realidad asombrosa (los árboles ya no son una multitud de hojas pintadas una a una como podíamos ver en Botticelli, sino unas masa de pinceladas de colores entremezclados, una forma muy semejante a cómo realmente percibe nuestra retina, puras manchas que el cerebro termina de dar forma).
Se mejora también la inclusión de las figuras en el paisaje, pues la nueva técnica (la de la pincelada suelta y la perspectiva aérea) consigue representar el aire que las envuelve, difuminando suavemente los perfiles, jugando con las distintas tonalidades de un mismo color que las da volumen sin acartonarlas.
Aún más, las nuevas técnicas permitían trabajar en las texturas que el ojo "puede tocar", que le darán una apariencia más atractiva a telas y a la propia piel humana, abriendo un camino que Tiziano llevará su perfección, creando una verdadera erótica de la mirada que se complace en los colores y los tactos, sugiriendo sensaciones hasta entonces nunca vistas.
Fijaros en la cantidad de tactos que encontramos, el frío y pulido del cristal, el de las propias gotas de agua, el de las telas, el de la piel humana...
Se iniciaba el siglo XVI cuando se produce esta revolución, y desde entonces la pintura ya no podrá ser igual (Todavía en el siglo XIX, Manet rendirá homenaje en su famoso (y polémico) Almuerzo en la hierba)