jueves, 31 de octubre de 2024
EL RETABLO DEL ESCORIAL
miércoles, 30 de octubre de 2024
Mater Oblatio, de Soledad Córdoba
El nacimiento de mi hijo se configuró como un corrimiento de placas tectónicas que modificaron mi identidad. Creo que ha sido la experiencia más cercana a sentir un renacer. (...) cuando das a luz te difuminas, desapareces, te fundes en un lugar donde solo estás tú y tu hijo. Se crea una necesidad salvaje, ancestral y primitiva por estar solos, nadie puede interrumpir este trance a esta nueva existencia que es acompañar y criar a una nueva vida. (...)
Las imágenes que surgen son poemas visuales a través del autorretrato. Cada una presentará acciones rituales cargadas de gran simbolismo. Una invitación a pensar en la necesidad de trascendernos para enfrentarnos a nuestra realidad y así poder entenderla desde diferentes puntos de vista.
Estas son las palabras de la propia artista y definen perfectamente su trabajo, un conjunto de performances, artefactos y fotos que nos hablan de una forma poética de la experiencia de ser madre.También resulta magnífica la representación de los óvulos como perlas o las piedras como una forma de volver a la naturaleza.
Toda la exposición (creada en el Museo Lázaro Galdiano y puesta en diálogo con su colección) termina (o empieza) en la gran madre, la gran maternidad, la Virgen laica rodeada de bellísimos cristales, rosas y piedras
martes, 29 de octubre de 2024
LA STOA DE ATALO
lunes, 28 de octubre de 2024
Augusto y la imagen del poder a través de la escultura
En última instancia, esta revolución imperial en lo relativo a la creación y distribución de imágenes se remonta a Julio César, justo al inicio del gobierno de un solo hombre. Julio César fue el primer romano cuya efigie empezó a aparecer en las monedas acuñadas en la ciudad, rompiendo así la vieja tradición republicana que solo admitía acuñar monedas con imágenes de dioses, héroes míticos y personajes muertos mucho tiempo atrás. Pero no solo eso.
Según Dion Casio, había también proyectos grandiosos para colocar su estatua en las ciudades del imperio y en todos los templos de Roma. Aunque Dion Casio, que escribió más de dos siglos después, estuviera exagerando, parece ser que en efecto había un novedoso plan para hacer visible a César en todo el mundo romano. El propio César habría respaldado el proyecto, aunque no lo habría diseñado. De hecho, se han encontrado más de veinte pedestales, desde la actual Turquía hasta la antigua Galia, cuyas inscripciones demuestran que habrían servido para sostener una estatua de César erigida mientras vivía. Pero fue asesinado antes de que estos planes pudieran llevarse a cabo, y ninguna escultura-retrato contemporánea de él se ha podido identificar de forma concluyente. Ha habido infinidad de atribuciones optimistas que señalaban a esta o a aquella estatua como el auténtico rostro de Julio César (incluso algunos de los arqueólogos más testarudos parecen querer mirar a los ojos del dictador), pero, de hecho, la única imagen indudablemente auténtica es la que aparece en algunas monedas del año 44 a. e. c. Quien tuvo la suerte de poner en práctica los planes de César a lo largo de un reinado de cuarenta y cinco años fue su sucesor, Octavio Augusto.
En Italia, y en todo el mundo romano, se han descubierto alrededor de doscientos retratos —bustos o estatuas de cuerpo entero— hoy identificados con mayor o menor firmeza como Augusto. Casi nunca van acompañados de un nombre (hace mucho tiempo que las estatuas fueron separadas de los pedestales que las identificaban) y no siempre está claro que representen al propio Augusto, pues también podría tratarse de alguno de sus herederos o de algún pez gordo local deseoso de imitar el «aspecto» imperial. No obstante, después de dos siglos de concienzudo trabajo arqueológico —comparando los distintos retratos con las diminutas imágenes de las monedas, que sí llevan el nombre, o comparándolos entre sí—, hoy en día las piezas en discordia son relativamente pocas.
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Lo que resulta particularmente llamativo es que las esculturas del emperador que estuvieron expuestas en distintos lugares del imperio, a cientos o miles de kilómetros de distancia, suelen revelar pequeñas similitudes de diseño, incluso en la precisa distribución de los mechones del cabello. Esto constituye una sólida pista de cómo se crearon. Muchas debieron de fabricarse en localidades de distintas partes del mundo, porque fueron talladas en piedra de la zona. Sin embargo, para lograr la máxima similitud entre sí, no cabe duda de que se basaban en modelos, ya fueran de cera, de arcilla o de yeso, enviados desde el centro del imperio para servir de «imagen oficial» de Augusto. No hay ninguna otra explicación verosímil. Aun así, todavía no sabemos cómo se desarrollaba todo ese proceso: para nosotros es una incógnita.
Es uno de aquellos casos en que el funcionamiento de la administración de palacio, frente a la abundante información que tenemos de otras secciones, es completamente opaco. No podemos discernir quién dirigía esta operación ni quién se ocupaba de lo que llamaríamos las decisiones de «propaganda», y mucho menos quién realizaba los modelos o las propias esculturas. Y a pesar de que estos escultores contribuyeron a uno de los cambios artísticos más significativos de la historia universal, no podemos identificar por su nombre a ninguno de los que crearon los retratos de mármol y bronce de Augusto que se han conservado. A diferencia de lo que ocurriría mucho después con binomios de destacados artistas y monarcas mecenas como Holbein y Enrique VIII, o Tiziano y Felipe II de España, el mundo artístico de este período era mucho más anónimo y privado.
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La hipótesis más aceptada es que, a la muerte de Augusto en el año 14 e. c., había expuestas entre 25.000 y 50.000 imágenes suyas, lo que nos da una idea de la magnitud del fenómeno. Cualquier habitante del vasto imperio podía tropezarse en su ciudad —sin tener en cuenta la imagen de las monedas en el bolsillo— con una escultura de Augusto a tamaño natural, de bronce o incluso de plata. Esto nos recuerda de inmediato los carteles que en el mundo moderno reproducen la imagen de un dictador. De una forma muy parecida, incluso antes de la imprenta y de los pósteres, la imagen de Augusto era inevitable.
Sin embargo, no se trataba de una revolución meramente cuantitativa. Augusto, o quien le aconsejase, también inauguró un estilo de retratos insólito en el mundo romano, en consonancia con algunos de sus cambios más estrictamente políticos. La élite de la República se había inclinado por un estilo «con verrugas y todo»: el retratado se veía demacrado, arrugado y anciano. Tanto si se pretendía una representación fiel o no de los personajes (y no tenemos forma de saberlo), se concedía un valor específico al poder de la senectud y la autoridad. Augusto cambió todo esto. Su propia imagen recuperaba las tradiciones idealizantes de la escultura griega del siglo V a. e. c.
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La imagen de Augusto, que hunde sus raíces en un proceso iniciado por Julio César, proporcionó el modelo para los retratos de los emperadores romanos en los siglos sucesivos. En todos los reinados, excepto quizás en los más breves (e incluso los emperadores efímeros podían ser rápidos de reflejos), podemos detectar el mismo proceso de reproducción de sus estatuas. A pesar de que hay más identidades controvertidas en los períodos más tardíos, todavía podemos contar, como mínimo, unos ciento cincuenta bustos y figuras de cuerpo entero conservados de Adriano, el conjunto más elevado después del de Augusto, y quizás unos cien de su amante Antínoo, que se sitúa en tercer lugar. Muchas de estas imágenes formaban parte de una campaña dirigida desde el centro para difundir la figura del emperador por todo el imperio, o, en el caso de Antínoo, para responder al deseo personal de Adriano de conmemorar a su amante.
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Frente a esta dificultad, los romanos optaron a veces por una solución de ingeniería: se construía un esqueleto de madera o ladrillo del tamaño deseado para formar el cuerpo, después se «vestía» con finas láminas de metal (y quizás tejido reemplazable), y solo el rostro y las extremidades se esculpían en piedra para luego unirlas al marco. Estas partes del cuerpo son las únicas que han sobrevivido, restos de las caras o fragmentos de pies y manos que a veces parecen poco más que grandes trozos de piedra. Viendo tan solo estos fragmentos, apenas podemos imaginar lo impresionante o intimidatorio que podía ser el original.
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Por más que Augusto pudiera haber construido astutamente una imagen que combinaba la igualdad ciudadana con una perfección casi sobrehumana, no hay duda de que las expresiones visuales de poder podían ser consideradas como expresiones de megalomanía. Las estatuas elaboradas con metales preciosos eran un ejemplo obvio en este sentido. No eran infrecuentes, pero eran siempre arriesgadas, y muchas no duraban demasiado tiempo. Un emperador podía conseguir tanto prestigio fundiéndolas como erigiéndolas. Augusto ya había comprendido que las estatuas de plata podían afectar de forma negativa a su reputación porque podían ser interpretadas como signo de exceso, de ahí que, en Lo que hice, presumiera de haber destruido alrededor de ochenta estatuas de ese tipo consagradas a él (presumiblemente donadas por otros) y utilizado los beneficios para hacer ofrendas al dios Apolo. Marco Aurelio y Lucio Vero aplicaron la misma lógica, porque, como leemos en una inscripción, se negaron a que estatuas de plata de los emperadores erigidas en Éfeso, viejas y estropeadas, fueran recicladas y convertidas en imágenes suyas. Ese mismo peligro existía también con el tamaño colosal. Representar al emperador a semejante escala sobrehumana conllevaba el riesgo de reventar el mito de que era «uno de nosotros».
Hay referencias de pasada a figuras colosales de Augusto en Roma y a un grupo de ciudades del Mediterráneo oriental que encargaron una gigantesca estatua de Tiberio para el centro de la ciudad, en agradecimiento a su inmensa generosidad al enviar ayuda tras un terremoto. Sin embargo, el destino de la pintura de 35 metros de Nerón muestra el peligro que se cernía sobre estas representaciones colosales. Plinio el Viejo, en su breve descripción, la califica de completa «locura», y reseña que no tardó en ser destruida, de forma ominosa, por un rayo (un castigo, hemos de concluir, por haber ido demasiado lejos). Entre esos dos extremos, la historia de la estatua colosal de bronce de Nerón es un auténtico ejercicio de equilibrismo.
Emperador de Roma (Beard_ Mary)
sábado, 26 de octubre de 2024
AQUELLAS PRADERAS AZULES ¡¡¡Maria!!!!
1999, SALIÓ LA CANCIÓN
1999, ME CASÉ
1999, antes quise despedirme de ella
...
y al siguiente viernes la puse en el programa
si no le importase.
Suave como la seda.
Fría como el aire.
Ella no sabe tu nombre y tu
corazón late como un tren.
Te hace desear morir.
¿Quieres hacerla tuya?
Tienes que verla.
Estás loco
y perdiste la cabeza.
Latina...
Ave María...
Esto ya lo he visto.
En mis mejores amigos
y el niño de al lado.
y lleno de fuego.
No vendrá de la lluvia.
Ella es como océanos
que van por el drenaje.
Azul como el hielo
y el deseo.
¿No quieres llevarla a su casa?
Tienes que verla.
Estás loco
y perdiste la cabeza.
Latina
Ave María.
Un millón de candelabros.
¿No quieres llevarla a su casa?
si no le importase.
Caminando en aire importado.
Te hace desear morir.
Tienes que verla.
Estás loco
y perdiste la cabeza.
Latina.
Ave María.
Un millón de candelabros.
viernes, 25 de octubre de 2024
GARCÍA DE PAREDES. AUDITORIO NACIONAL. MADRID
En el exterior encontramos claramente sus raíces clásicas y (muy cercano a ciertos estilemas de Moneo), nos encontramos con un gran templo clásico hecho de granito y ladrillo, con las sugerencias de los frontones en los lados cortos y la sucesión de pilares en los largos.
Esta estructura se complejiza (aunque sin perder su clasicismo, esta vez basado en las matemáticas y la medida proporcionada) gracias al trabajo de los vanos que juega con el número aúreo y dos de sus figuras derivadas, el cuadrado y el rectángulo.
Sobre esta estructura se levanta en su centro, como una gran masa aristada de piedra (casi como si la música la creara expandiendo su techo), el gran volumen de la sala sinfónica.
En el interior encontramos una arquitectura de grandes espacios vacíos que sirve para los desplazamientos internos que culminan en sus dos salas.
Sala de CámaraLa sinfónica, basado en el ejemplo de la filarmónica de Berlín, las butacas rodean el escenarios a la vez que el techo (en madera y facetado para conseguir una mejor acústica) crea una verdadera escultura (sus amistades con Palazuelo, Lucio Muñoz o Sempere siempre fueron una sugestiva influencia).
jueves, 24 de octubre de 2024
Entangled Atlas (Atlas entrelazado). Bethany Edgoose + Nathan Su + Sarah Su
Unos silenciosos globos vuelan por el mundo para crearnos una nueva realidad, mixta, en donde árboles de Austria llegarán a nuestros hogares o arrozales en vagones de metro.
La naturaleza, la propia Antártida, se cuela en la sala de reuniones de la ONU; la realidad se globaliza intercomunicándose entre sí lo artificial y lo natural, el hombre y su entorno.
Un worldbuilding (construcción de mundos) bellísimo en lo estético y maravilloso de pensar suavemente como un mundo ideal que la tecnología ¿de veras que nos podría ofrecer más allá de una pura virtualidad?
¿Un instagram en 3D envolvente pero a la postre simplemente falso?
Realmente, ¿cuál es la verdad? ¿las imágenes? ¿lo sentido?
¿La única posibilidad que le vamos a dar a la Naturaleza es su reproducción en nuestros entornos humanizados?
miércoles, 23 de octubre de 2024
ARTEMISA GENTILESCHI. SUSANA Y LOS VIEJOS EN TRES VERSIONES
Evidentemente , la cantidad de este tipo de obras son más altas que en otros pintores de su tiempo, y eso no deberíamos olvidarlo, pero tampoco podemos centrar todo en esta interpretación casi psicoanalítica, y la deberíamos ampliar más al interés barroco por lo teatral (esta vez entendido como la descripción de las pasiones humanas, tanto positivas como negativas, tal y como Caravaggio practicará).
Desde este punto de vista este tema había sido utilizado desde el renacimiento como una forma de hablar de la invasión de la intimidad (más o menos manifiestas, desde el mirón escondido hasta el viejo verde por completo presente y amenazante), de la vergüenza/asco de ella y la prepotencia de ellos (que las hacen callar). Todo un elenco de emociones que, según sea la versión que analicemos, irá cambiando, convirtiéndose en un tema/base sobre el que crear numerosas variaciones (como lo hace la música barroca de su tiempo).
Si nos fijamos en las distintas obras veremos, también, todo un conjunto de conocimientos artísticos que ella había heredado de su padre, desde su trato cercano con la escultura clásica (tanto para el cuerpo de Susana y sus forma de venus púdicas a la de los viejos como grandes senadores y dioses de ampulosos drapeados), el uso de la luz y el color (con una clara herencia veneciana que hace de sus obras un festín para la mirada, con una integración fantástica entre figuras y paisaje)...
martes, 22 de octubre de 2024
COLUMNA MARCO AURELIO
Su estética , en parte, deriva de la Trajano. En especial su organización en un relieve continuo (cristalino, sin que las distintas escenas se separen visualmente) de una banda helicoidal.
También se utiliza una perspectiva caballera (desde un punto de vista elevado que permite un mayor campo en donde situar los cientos de personajes).
Lo que ya no es tan similar es su talla.
En la de Marco Aurelio encontramos figuras de mayor bulto y menor detalle.
Tampoco encontramos la depurada técnica de Trajano que remarcaba los perfiles con incisiones para así hacer más fácil su lectura.
Ni su relieve aplastado que degradada el volumen de las figuras (pasando del medio relieve en los primeros al bajo y casi dibujado en los últimos)