La obra es sumamente singular en la obra del
autor tanto por iconografía como por temática (Velázquez no abundó demasiado en lo religioso) como por su intenso dramatismo.
Su iconografía une la tradicional flagelación (a la que se
han eliminado los tradicionales sayones) con la presencia de un ángel que
acompaña a la personificación del alma (un niño), unidos por un leve rayo que
surge desde su oído
La iconografía podría derivar directamente de su suegro y
maestro Pacheco, que seguiría (como en tantas ocasiones) las visiones de Santa
Brígida. Así el martirio no se expresa directamente sino a través de sus
instrumentos (azotes en primer plano) y consecuencias, y es expuesto como
objeto de meditación ante el alma (y el propio espectador).
Justi lo relacionó con una iconografía habitual en la España
contarreformista, la de Cristo recogiendo sus vestiduras, imagen de
contemplación de las miserias humanas de la Pasión que incidirían en la
humildad como forma de comportamiento
Aureliano de Beruete (y más tarde Justi) plantearon la
hipótesis de una pintura de devoción particular. Beruete habla de la muerte de
su hija Ignacia, mientras que Justi piensa en un encargo externo, tal vez de un
monasterio
Por la época en la que se encuentra pintado (tras su segundo
viaje a Italia, muy cercano a su famoso Cristo) a menudo se ha pensado en el
monasterio de las Benedictinas de San Plácido.
Sin poder asegurar este supuesto sí parece muy probable que
su destino fuera una clausura en donde se utilizaría con funciones contemplativas,
siguiendo las ideas de San Ignacio de Loyola o Santa Teresa de Jesús , como ya
hicieran Roelas, Pacheco, Zurbarán, Murillo… De aquí su sentimentalismo, muy poco habitual en el maestro.
Respecto a lo puramente estilístico parece obra de su
segundo periodo en la Corte, tras su primer viaje a Italia. Parece evidente las
influencias del clasicismo boloñés, especialmente en las figuras del ángel y el
alma y, acaso, en el Cristo, aunque en éste último se han querido ver
influencias de Miguel Ángel, Rafael o, incluso, la gran imaginería religiosa
hispana.
La obra con excelentes fragmentos pictóricos (como el alma,
el escorzo de Cristo y su sensación de movimiento en suspenso o la perspectiva
baja en donde son protagonistas los instrumentos de martirio) carece, sin
embargo, de una buena composición, que se muestra bastante poco armonizada
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