García Márquez vivía desde hacía meses en una buhardilla heladora del hotel de Flandre (hoy se llama Des Trois College), en el barrio latino, con la cúpula de la Sorbona metiéndose por las ventanas.
Junto a su amigo Plinio Apuleyo malvivía comiendo en bares baratos como el Capoulade o el el Acropole mientras escribía el Coronel no tiene quien le escriba.
A través de conocidos supo que muy cerca de allí, en el bulevar de Saint Germain, Julio Cortázar frecuentaba con asiduidad un pequeño café en donde comía y escribía durante horas, al fondo de la sala.
Gabo se arma de valor (frente a su terrible timidez) y ronda el Old Navy durante días hasta que al fin lo termina encontrando.
Aquel día queda petrificado y sólo consigue espiarle de reojo mientras el argentino escribe durante más de una hora y se marcha.
Necesitará varios días para acercarse a él y hablarle. Cuando lo haga, según cuenta él mismo en sus memorias, le dirá:
- Hola, soy Gabriel García Márquez, soy periodistay quiero ser escritor
Ante lo cual Cortázar le responderá
- ¿Y por qué no escribes cuentos? Deja el periodismo, no es lo tuyo?
Comenzará entonces una larga amistad que se mantendrá hasta la muerte de Cortázar