Tema. Escultura a mitad de camino entre lo mítico y lo religioso, pues aunque su título, el profeta, nos remita a los contenidos religiosos, la propia actitud del autor frente a la religión (nunca demasiado explícita), así como la grandeza de su expresión y construcción volumétrica recuerda más a un superhombre casi en el sentido de Niezche. La valoración de lo humano como fuerza motriz, un verdadero canto al hombre como generador de fuerza.
El material
es sumamente novedoso. Se trata de chapa de acero forjada en piezas y unida
gracias a soldaduras, lo cual nos muestra la técnica bien aprendida del autor.
La tipología
es la de una imagen aislada y desvinculada de cualquier otro programa
arquitectónico, puesta sobre una pequeña peana que, siguiendo las ideas deRodín en los Burgueses de Calais, elimina el gran basamento para producir una
relación más directa entre obra y espectador.
Su composición,
dentro de un escaso movimiento real, se muestra bastante dinámica. Para ello no
utiliza los habituales escorzos y posturas forzadas de la escultura anterior,
sino que toda la fuerza interna se produce por medio de la creación de líneas
casi abstractas (diagonales de brazo levantado y bastón) y las formas
curvilíneas que se entrelazan en torno a la figura, dándole una asombrosa
vitalidad.
El modelado
es sumamente novedoso. Por una parte, el propio tacto del metal produce zonas
en donde la luz resbala, mientras que su composición a través de formas
cóncavas y convexas crea profundos claroscuros que reafirman su terminación en
negro. Junto a todo ello, el gran valor espacial de la figura es su utilización
del hueco, la forma negativa como una realidad que combate con las positivas,
hace entrar el espacio dentro de la escultura y la relaciona con el ambiente en
el que sea colocada.
En cuanto
a la figura se aleja por completo de los concepciones realistas al uso del XIX.
En ella se conjugan ciertas influencias cubistas (en la descomposición
geométrica de diversas partes, como la zona de la pierna, la cabeza) con otras
de raigambre expresionista que deforma brazos, troncos o gesto para dar un fuerte
contenido dramático que se subraya con el gesto y los elementos aristados que
componen el cuerpo. Con un tamaño bastante mayor del natural se impone así al
espectador con una gran fuerza expresiva.
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Nos
encontramos ante la famosa obra de Gargallo, el Profeta, pieza realizada en
plena madurez (1932) y que marca un verdadero hito en la escultura
contemporánea. Atrás habían quedado su formación y primera obra de resabios
modernistas (había llegado a intervenir en la decoración del Palau de Montaner)
que gustaba del golpe de látigo y una belleza un tanto decadente para
internarse, tanto en el material como en la realización, en la modernidad
plena.
Pues tan
importante es su uso del hierro frente al bronce o mármol clásico, que tendrá
su máxima expresión en la obra de Julio González en colaboración de Picasso,
acercándose así al ámbito arquitectónico que lo viene utilizando desde mediados
del XIX; como su composición, heredada de los planteamientos cubistas descomposición del espacio en planos que se vuelven a montar tras el análisis
planimétrico que Picasso y Braque habían elaborado en las dos primeras décadas
del siglo XX, aunque siempre en pintura.
Julio González y Picasso. Mujer en el Jardín
Sin
embargo la escultura no había tenido tanta suerte, y sólo algunos experimentos
de Picasso (Cabeza de mujer o el Vaso de ajenjo), o la progresiva depuración
formal de Brancusi tomaron esta forma de expresión, que sólo realmente tomaría
cuerpo en los años 20 con la obra de Julio González que muy rápidamente llegó ala abstracción o al dibujo en el espacio (Mujer-cactus).
Por ello
podríamos decir que toda la interceptación de planos y división de las formas
de esta obra es puro cubismo, aunque (dado lo tardío de la obra) mezclado con influencias
expresionistas (la obra no estaría tan lejos de la Montserrat de Julio González)
e incluso surrealistas (bastaría comparar esta obra, sus formas huecas con las famosas metamorfosis de las bañistas Picasianas de finales de los años 20).
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Picasso. Bañista
Sin
embargo si hubiera que destacar una novedad entre todas habría que quedarse con
el trabajo que hace el escultor sobre el vacío (ya anunciado sutilmente en la famosa catedral de Rodin), y que será una de las grandes características de la
escultura del XX. Lo que no está, las formas negativas, se opone a la tradición
escultórica que siempre había valorado la masa y el volumen ocupado como máxima
aspiración de esta disciplina. En este mismo sentido se orientará la obra
madura de Moore (aunque con formas mucho más orgánicas) o, más tardíamente, las
cajas metafísicas de Oteiza o la obra de Chillida que da al vacío una forma
monumental.
Chillida. Lo profundo es el aire
Con este
trabajo de lo negativo la escultura se relaciona de una forma mucho más activa
con el espacio y obliga al espectador a moverse y crear unas nuevas relaciones
espaciales con la obra, que es compacta a la vez que traslúcida, invitando a
entrar en ella como una arquitectura que da forma al aire
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