Esta pequeñísima pintura (apenas del tamaño de una miniatura) representa una inusual iconografía. La virgen con el Niño sobre un árbol seco (el del Bien y el Mal), una nueva Eva que derrota al pecado y dará paso a una nueva época que se culminará con la muerte y resurrección de Cristo (curiosamente las ramas del árbol que enmarcan la escena recuerdan claramente la idea de una corona de espinas.
Al parecer fue encargado por un miembro de la cofradía de Nuestra Señora del Árbol Seco, institución a la que pertenecían tanto el pintor como su mujer.
Estéticamente, sus modelos y maneras son una clara evolución del estilo creado por Van Eyck.
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