Cristo con la cruz. Academia de San Fernando. Madrid
Tradicionalmente (nosotros lo hicimos aquí) se clasifica a Guido Reni como perteneciente a la escuela clasicista iniciada por los Carracci, pues no en vano se educa en la academia de los Incaminati.
Sin embargo su arte no es tan reductible, y en su obra encontramos un "abierto cotejo lingüístico con otras propuestas del panorama romano colectivo" (Martínez Ripoll), uniendo con extraordinaria eficacia el clasicismo boloñés con el caravaggismo.
San Miguel arcángel. Iglesia capuchinos. Roma
Del primero toma su dibujo, cada vez más lírico según avanza su carrera, las composiciones (siempre magníficas) y el uso de una gran gama cromática.
Éxtasis de San Felipe Neri
.
En realidad, esta ambición clasicista le lleva en muchas ocasiones a olvidar a sus maestros directos para volver su mirada directamente a Rafael
Junto a esto, Reni no es ajeno al mundo caravaggista del que retoma su tenebrismo y la intensidad de sus expresiones como forma de comunicación, aunque normalmente más moderadas que en el maestro milanés
Crucifixión de San Pedro. Vaticano
Y es que consiguió el ritmo boloñés combinado con la luz y el color como se aprecia en una de sus obras maestras: Hipomenes y Atalanta.
También trabajó la pintura al fresco de tendencia decorativa (aunque mucho más controlada que la que inaugurara Cortona y siguiera Pozzo) en el casino Ludovisi del palacio Palacio Pallavicini-Rospigliosi o en el duomo de Nápoles.
Sibila
También cultivó el dibujo y el grabado.
Grabado. Sagrada Familia con San Juanito
Mantuvo fuertes enfrentamientos con uno de sus colegas (Domenichino) y también en Nápoles, del que tuvo que huir, amenazado de muerte por otros colegas del gremio de los pintores
Crucifixión. San Lorenzo y San Dámaso
Entre sus discípulos destacará el Guercino.
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