Al comienzo de la calle Alfonso VIII, junto al convento de la Esclavas del Santísimo, arranca una estrecha cuesta que muchos turistas olvidan tomar, perdiéndose una de las plazas más señoriales de la ciudad.
En ella se encuentra la arquitectura futurista del Museo de Ciencias o las dos imponentes fachadas (una manierista, otra barroca) del Convento de la Merced (en donde estuvo el fraile conocido como Tirso de Molina) y del Seminario de San Julián.
Son dos obras excelentes que al viajero "con arte" le satisfarán, especialmente en el silencio de una zona sin comercios, que se levantan sobre lo que fueron las casas principales de los Hurtado de Mendoza, una de las familias más poderosas de la ciudad.
Desde allí ya tenemos a un golpe de vista la Torre de la Mangana de la que ya hablamos aquí
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