Aunque sería casi imposible analizar todos sus motivos y conexiones
simbólicas e inconscientes, Juan Antonio Ramírez ha intentado diseccionar algunas de sus principales motivos del universo
daliniano.
Entre ellos destaca la ideas
escatológicas que pone directamente en relación con la facción
más radical del surrealismo capitaneada por Bataille (El enigma del deseo) y que Walter Benjamín consideraba
perfecta para no caer en el moralismo.
Basado en supuestas
experiencias infantiles expuestas en la Vida
Secreta , surge la atracción irresistible hacia la putrefacción
(con numerosos burros podridos ya desde la Residencia de
Estudiantes o en el famoso Perro Andaluz, de los que Bataille señaló el horror que puede resultar fascinante), la podredumbre y los excrementos que ya provocó las iras de
Breton en su Juego lúgubre del 29,
acusándole de coprófago; el ablandamiento o lo deluiscente (que Dalí extrajo de la arquitectura comestible del modernismo convirtiéndolo en su estilo Camembert) que se relaciona con su delirio comestible e influirá en las figuras blandas
de Oldelburg
La castración y en
general la visión negativa y llena de terrores atávicos sobre la sexualidad, la desarticulación orgánica,
el canibalismo (La belleza será
comestible o no lo será, Breton), la masturbación (Gran Masturbador), la sodomización (Cráneo sodomizado por un piano de cola)
que mezclará con el mundo de los insectos en su interpretación psicoanalítica
del Ángelus (colocando a la mujer como mantis que devorará a su pareja), la
sangre…
Su origen quiere verlo Ian Gibson en el miedo hacia las enfermedades venéreas y en general al sexo
inculcado por su padre (figurado en el tema de Guillermo Tell, siempre
con connotaciones negativas) y su posteriores problemas para la práctica sexual.
Como asegura Aurora Fernández Polanco, muchos de estos
temas serán básicos para la construcción de la estética de lo abyecto que ha triunfado
en alguno de los grandes artistas de la posmodernidad (hermanos Champman, Serrano, Cindy Sherman…)
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