Picasso las pintó 7 años antes de la Gran guerra y sus efectos demoledores, haciendo la gran predicción de este siglo en donde la ciencia perdería sus grandes constantes, el ojo sería sustituido por la cámara y la belleza quedara por completo arrumbada a los sótanos de la nostalgia. Un siglo en donde la humanidad se perdería en miles de meandros que mirarían atónitos , como esas señoritas viendo pasar sus visitantes, sabiendo que todo, a partir de entonces, sólo podría ser una tragedia o
una simple broma.
Eran tan anticipatorias que los propios pintores del círculo de Picasso las negaron una y otra vez, y el mismísimo Braque, el mismo que luego inventaría el cubismo junto a él, le dijo a la cara: "Me estás intentando hacer beber petróleo"
Pues las Señoritas habían acabado con todas las esperanzas casi al mismo tiempo que la ciencia desmontaba Newton y su modelo estable de entender el mundo para entrar en el caótico mundo de la relatividad que la cuántica terminaría por llevar a sus mismos límites de incertidumbre.
Luego, la historia le iría dando poco a poco la razón a Picasso, y la guerra Primera Guerra Mundial nos demostraría cómo se puede descuartizar los cuerpos, igual que había hecho él en un simple lienzo, y el Nazismo demostraría la forma de convertir a las personas en muñecos de títeres que se mueven de forma autónoma, tal y como hacen las propias prostitutas en aquel burdel sin deseo ni vida.
Ni siquiera el espectador se podía mantener, obligado a ver las cosas del derecho y el revés, simultáneamente, como si estuviera y dejara de estar delante del cuadro, y todo fuera relativo y posmoderno.
Hasta él había perdido su dominio sobre unas cosas que rompían los lazos entre el hombre y la realidad, como si fueran ideas separadas, sin la íntima conexión que la ciencia y el pensamiento ilustrado habían previsto. NO. El hombre y su entorno se separaban sin remedio; el mundo era imposible de controlar, pues ni siquiera se podía comprender del todo.
Nadie se podría reconocer en sus ojos vacíos de máscaras íberas y africanas. Se había acabado la empatía y el arte se llenaba de cuchillos como los que cortan en pedazos su fondo. ¿De verdad que eso era carne, deseo?
Matisse nunca quiso ir tan lejos y siempre quiso trascender la vida sin perder su emoción, convirtiéndola en colores y arabescos.
Pero Picasso ni siquiera se podía contentar con ello. Necesitaba destruir certezas y bellezas. Decirle al mundo que este mundo se había acabado para siempre por mucho que lo quisiéramos olvidar y empezaba un paseo (eterno) por un lugar de ruinas y cristales rotos en donde no tendríamos la piedad ni la belleza ni de los deseos.
Sin saber muy bien por qué había pintado con treinta años de anticipación el desenlace de
la tragedia de Guernica, su día después, o el de los Campos de Concentración, de Hirosima, de Vietnam, del África de diamantes y sangre.
Un lugar en donde los gritos de la tragedia se han apagado y sólo queda un mundo mudo, exhausto, silencioso de tanta desesperación en una simple raja de sandía y unas uvas que han perdido su frescura y apetito, para siempre.
Muy buen comentario!
ResponderEliminarMuchas gracias
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