La aparición de la infancia en la obra de Van Dyck será (al igual que en Murillo, que seguirá su estela) uno de los signos inequívocos del cambio de mentalidad y estética que nos conducirán al rococó.
Frente a la edad madura (típica del renacimiento y el Barroco), en el mundo rococó el niño será un emblema de toda una nueva sensibilidad, como vemos en las obras de Serpotta , que pone el acento en la ternura, en lo frágil, en la delicadeza y la inocencia.
Esta nueva forma de ver se acompañará con un estilo en donde la pincelada suelta crea ambientes vaporosos y poco definidos, apareciendo los característicos colores pasteles del pintor (y sus exquisitos grises)
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