Ya hemos comentado a propósito del análisis que realizamos sobre la Gran Odalisca, el carácter paradójico de Ingres, máximo representante del neoclasicismo pero contaminado (al menos en sus temas) de romanticismo.
Educado en la Roma neoclásica, y bajo el influjo de Rafael, Canova o la escultura grecorromana, Ingres se comienza a preocupar por el carácter intelectual de la obra de arte que no puede ser una simple transposición de la realidad.
Por el contrario, el arte es una sublimación de la realidad, una forma paralela a la misma con sus propias reglas (como luego pretenderán Cezanne o Picasso). Y entre estas reglas, por encima de todas, se encontrará el dibujo, la línea, algo que no existe en la Naturaleza y es posesión exclusiva del hombre.
Picasso. Suite Vollard
A través de él el mundo se puede resumir, y aún más, se puede recrear, manipular, darle una nueva forma a través suyo, como ocurre con esta Gran Bañista que manipula la anatomía sutil pero evidentemente, como las caderas estrechas, el pie hinchado o las piernas verdaderamente cortas.
Y su idea llegaba más allá. Si la línea y la forma son los crean esa belleza ideal (una de las más cercanas que se han realizado al mundo griego en su periodo clásico), lo que se deja de lado es la expresión, el sentimiento, la introspección psicológica.
Las figuras de Ingres son formas perfectas, pero no personas; son puras ideas sin sentimientos dentro, como criticarán los románticos. Pues él no pretendía realizar verdaderos retratos, sino acercarse una y otra vez al ideal máximo de belleza.
Como ocurría con la escultura de Canova (o la propia escultura clásica griega de un Mirón o un Policleto), la Gran Bañista ni siquiera nos enseña su rostro, pues no es una mujer, sino la idea de belleza encarnada en un cuerpo femenino, algo que fascinará Cezanne o Picasso que ya no quieren retratar la realidad y pretenden crear una nueva realidad, esta vez pictórica, en donde los sentimientos (y la propia narración) no tienen cabida. Sólo pintura, color, volumen.
Boceto para una de las Señoritas de Avignon. Picasso
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Las famosas manzanas de Cezanne que dejaban de ser manzanas para covertirse en puros volúmenes
Tampoco pasó desapercibida por otros autores modernos, como el propio Man Ray, que utilizó la pose como un verdadero icono artístico que manipular de forma surrealista
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