lunes, 13 de abril de 2015

MAN RAY. EL VIOLÍN DE INGRES


Tras su paso por el movimiento Dada, Man Ray evolucionó sin especiales dificultades al Surrealismo, momento en el que deberíamos incluir esta obra, realizada en el mismo año del manifiesto de Breton.
Toda la obra es un gran juego con el espectador que la interpretará según su formación e intereses.

El espectador avisado recordará en su pose y atuendo oriental la famosa Gran Bañista de Ingres, paradigma del neoclasicismo y, a la vez (como ya vimos en otra obra suya, la Gran Odalisca) el triunfo de la linealidad y el el raciocinio frente a lo visual, iniciando un camino que seguirían Cezanne o Picasso (Precisamente el malagueño, en esta misma década de los 20, está pasando un periodo ingresco de línea pura en el que se inscribe la famosa Suite Vollard)

Picasso. Suite Vollard

Frente a esta referencia culta y racionalista, Man Ray opone una fuerte carga de sensualidad, la que le proporciona la famosa Kiki de Montparnasse con la que mantenía una relación sentimental.
Junto a todo esto, el fotógrafo juega con una técnica especialmente querida por los dadas, el fotomontaje y la rectificación de las fotografías, pintando dos huecos que, junto al título convierten la espalda de la modelo en un verdadero violín. (Una sinestesia, esta vez visual, tan habitual en la época, como vimos en Kandinsky)
Se produce así un típico desplazamiento semántico, tan caro a los surrealistas, en donde las cosas no son lo que parecen, tal y como realizaba Dalí con sus dobles imágenes, dejando en suspenso al espectador, que ha de elegir entre varios significados y simplemente mecerse entre uno y otro.
Dalí. El hombre invisible

La imagen es un claro ejemplo de la cosificación de lo femenino patente en las primeras vanguardias (y especialmente en el surrealismo), en donde la mujer es sometida a todo tipo de manipulaciones (como las famosas metamorfosis de Picasso o gran parte de los desnudos de Matisse) en donde el erotismo siempre se encuentra presente.


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