viernes, 3 de octubre de 2014

ARTE TARTÉSICO. EL TESORO DE LA ALISEDA


Encontrado en la Aliseda (Cáceres) se ha emparejado al del Carambolo, siendo una prueba más (como la que ya analizamos de Cancho Roano) de los amplios límites que tuvo Tartessos o al menos su influencia directa (que en el caso de Extremadura eran sumamente lógicos, pues por ella pasaba la ruta de la plata y el estaño que comunicaba Tartessos con Galicia o las islas Casitérides ¿Reino Unido?).

Por otra parte, este tesoro ha sido fuerte objeto de polémica entre los especialistas, pues mientras unos la adjudican directamente a Tartessos (o a telleres gaditanos fenicios), otros hablan de un producto importado desde oriente (tal vez Chipre) por los fenicios. Y es que no hay que olvidar que los siglos VII y VI antes de Cristo conocieron una primera globalización artística denominada periodo orientalizante que influyó en artes tan dispares como el etrusco, fenicio o griego, caracterizada por una exuberancia decorativa.
Si nos referimos al propio tesoro, éste está realizado totalmente en oro a través de las técnicas de la filigrana y el cincelado. Se compone de una diadema (?), una pulsera, dos pendientes, dos anillos y un cinturón.
Se ha supuesto un ajuar de una tumba femenina de clase alta, relacionada con el rey.
Algunos de los temas que aparecen en él son típicos en todo el Mediterráneo y tendrán una larga historia.
Así, en el collar encontramos símbolos lunares que en Mesopotamia se asimilaban a Tanit/Astarté y que el cristianismo tomará para su imagen de la Inmaculada.

En los pendientes (tan voluminosos que necesitan una cadenita que los sustenta por encima de la oreja) aparece el árbol de la vida, de origen mesopotámico y posteriormente muy utilizado en el arte islámico.

Entre sus ramas aparece la palmeta y pájaros picoteando que tanto éxito tendrá en el mundo romano y  paleocristiano como representación del alma (algunos especialistas han hablado de un símbolo de resurrección)

La diadema (?), verdaderamente exquisita, se realiza por medio de pequeñas placas articuladas con formas de roseta y un fleco de filigrana que sustentan pequeñas bolas. Se conservan aún los pequeños huecos que (en un caso) se engarzan turquesas que crearían un efecto aún más rico y barroquizante (y que veremos volver a aparecer, al menos su efecto, en la orfebrería bizantina y visigoda).

Este modelo de diadema tendrá un gran éxito como confirma el tesoro de Jávea íbero.

El cinturón posee en las bandas exteriores (con el dibujo repujado por la parte trasera y el fondo decorado con un exquisito granulado) la figura repetida de un hombre con un león y un grifo rampante que recuerda el tema de Gilgamesh mesopotámico, Melkart fenicio o el del Hermes/Hércules del mundo clásico, que volveremos a ver reaparecer en Bizancio o en el mundo islámico habitualmente vinculado a la realeza (un símbolo de valor del rey).


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