miércoles, 18 de marzo de 2020

AQUELLAS PRADERAS AZULES. ¡No, nunca me gustó Karate Kid?

 
DALE AL PLAY PARA ENTENDERLO



Por favor!!!!!, ¿Cómo iba a gustarme Karate Kid? Esa película previsible de buenos y malos con chica rubia y angelical en el centro y un abuelo que nunca tuve.
Imposible.
Algo verdaderamente imposible, con aquel final de épica barata en donde, con una sola pierna, hace su salto de grulla entrenado en las barcas sobre el Pacífico y derrota al malo malote que le ha estado amargando la vida.
¿Quién iba a creerse eso?
En la vida los triunfos son para los mejores y la protagonista y sus inmensos ojos verdes para el alto, guapo y malote que sabe imponer su voluntad a los demás, ¿no es cierto?
Lo demás son cuentos de hadas, como esa película miserable llena de azúcar en donde proponían que alguien tímido y cobarde triunfa por la alianza del azar y la voluntad, y entonces ella corre hacia él envuelta en aquel amplio jersey y le besa.
¿Quién se lo podría creer? ; excedía a los propios y excesivos años 80 con aquel pelo rubio y cardado y las hombreras bajo aquella camiseta azul, tan igual a la que tú tenías cuando te conocí por primera vez y eras la chica más guapa de todo el grupo de amigas, y no me paraste de perseguir y mirar hasta que me conseguiste, igual que en la película, con la excusa de un balón como el que lanzaba César y yo no atinaba a controlar.
¡Por Dios, qué lástima!
Una verdadera película pastelosa en donde un desgarbado chaval de 16 años, tenía yo, consigue sin querer el premio imposible del amor de la protagonista con aquel bañador a rayas que, años después, te conocería,
e idénticos pantalones
las mismas rebecas,
y ese jersey como el suyo, tan amplio que te creaba un ámbito propio que olía a lavanda y noche recién estrenada y
¡Maldita sea!

Pero, no, claro que no, que quede claro que nunca me gustó la maldita película aunque hablara, también, de un tímido al que el mundo le es hostil y sufre en silencio ante los malotes que ahora llaman acosadores y antes yonkis o simplemente más mayores, lo suficiente para creerse los reyes de la creación y pensar que tú, pequeño mortal, no tenías demasiado derecho a la pura existencia.
Por eso jamás me gustó.
De hecho, creo que ni la vi incluso, aunque yo por aquel tiempo también estuviera en un gimnasio entrenando káratetuviera también un maestro que me enseñó muchísimas más cosas que el senkutsudachi, entre otras cosas de menor gravedad el aprender a confiar en mi mismo y mis propios sueños, como si viviera dentro de una canción,
que en mucho momentos confudí con tu propia persona,
llorando las lágrimas con sabor a mar que, dicen, algunos derramaban en el final de la película cuando el chico triunfaba sobre todo y todos y tú venías a besarme, y

Yo no, por supuesto, yo nunca la lloré ni te lloré a tí, una, dos, ciento de veces.
Pues a mi jamás me gustó Karate Kid ni tampoco estuve enamorado de una diosa.
No. Nunca me ocurrieron esas cosas.





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