viernes, 10 de abril de 2015

EL MODERNISMO ONDULANTE. LAS ESTACIONES DE METRO DE GUIMARD
























Estas estaciones de metro que fueron creadas por Guimard para la ciudad de París reflejan perfectamente el estilo y funcionamiento del Modernismo.
Primero por su propia ubicación, en plena calle, algunas frente a edificios emblemáticos como el propio Louvre. Sus formas florales surgen así de los mismos adoquines casi de forma onírica, llenando de extrañamiento y una frágil belleza un entorno especialmente hostil.
Y es que el modernismo busca llevar la belleza a la vida cotidiana, y para ello qué mejor el propio metro. (En este blog ya hemos vistos otros ejemplos semejantes, como los escaparates de Mucha o las casas de Gaudí)
Una belleza que no sólo era una categoría estética, sino que (según los modernistas) porta en sí misma una profunda tensión revolucionaria, la de crear un nuevo mundo regido por la estética frente a la fealdad industrial que se había apoderado de la ciudad (Esta idea del arte como un revulsivo social para una vida más plena se repetirá en numerosas utopías artísticas del arte del XX, como el constructivismo, la Bauhaus o el neoplasticismo).

Curiosamente, y en esta reacción anti-industrial, es habitual que los modernistas empleen los materiales y las técnicas de la arquitectura del hierro y el cristal que ya vimos aquí, utilizando piezas prefabricadas y materiales industriales a los que se elimina la monotomía y fealdad por medio del diseño.

Este diseño se inspira directamente en el mundo de las formas naturales (flores, tallos, insectos, geología...), aunque profundamente influido por la visión oriental que traen los famosos grabados japoneses de los que tanto hablamos una y otra vez, tanto para este modernismo como para Toulouse, Gauguin o Van Gogh.
De ellos tomarán una potente estilización de estas formas naturales (pues el modernismo se encuentra en las antípodas del realismo), como ocurre con las farolas-tallo o la marquesina- alas de mariposa de estas estaciones de metro.

En esta reformulación de lo natural siempre se encontrará presente la curva que anima las formas, haciéndose doblar los frágiles tallos ante el peso de las farolas-capullos, como una verdadera esculturación de lo arquitectónico que rompe definitivamente con los modos clásicos (como puede verse también en la Pedrera)

En busca de este arte total, el modernismo entremezclará (como ya lo había hecho el barroco) las artes, incluyendo la letra escrita como algo fundamental en el diseño, como ya vimos en Mucha o Toulouse Lautrec.





















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