miércoles, 31 de julio de 2019

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Un barco en donde enredé mi destino. Mecano.


El barco a Venus de Mecano es una perfecto ejemplo de cómo synth pop se introdujo en España
Una poderosa percusión y unos sintetizadores (en dos tonos, uno de bajo continuo, otro mucho más alto) invadían todos los rincones con sus armonías repetitivas que iban progresando como una carrera cada vez más veloz que sólo lograba pacificar (momentáneamente) la voz delgada de Ana Torroja que...
Pero, ¡para qué cuento yo todo eso!, parezco un locutor musical.

¡Qué importancia pueden tener unos sintetizadores cuando aquel barco a Venus fue mucho más que eso: fue la canción principal de la banda sonora de mi primer amor, la de aquel verano eterno qué duro tan solo 17 días, igual que la más bella flor, pues el tercer día de estar saliendo, antes incluso de lograr besarnos, mientras andábamos agarrados de la mano como naúfragos en reposo por aquella Urbanización Vieja, ella paró un momento y me miró con sus ojos atardecidos.

- Me gustaría que tuvieras esto - dijo mientras sacaba del bolsillo una cinta grabada (los milenians, consultar qué era eso en wikipedia) que se abría con esta canción y se cerraba con el Karma Chamilion de Culture Club.



Desde entonces estas dos canciones fueron el tres, dos o uno de en mi banda sonora sentimental para no salir ya nunca más de ella; presencias llenas de fresas ácidas que aún hoy provocan un dulce escalofrío de amor y espanto mientras el zumo rojo desciende por los labios, igual que el primer beso.
Cada mañana, antes incluso de levantarme de la cama, le daba al play del casete del que no salió la cinta durante dos semanas y las escuchaba con el alma desbocada, incapaz de comprender cómo podía ser uno tan feliz y completo, con el pecho lleno de ansias que sólo si sabían crecer hasta las siete de cada tarde, cuando la veía venir hacia las Piedras del Fumadero con aquellos pantalones amarillos y la blusa holgada.
Era tan bella entonces.
Su pelo jugaba con el sol atardecido que Sabrina iluminaba con una sonrisa triste, y ella no sabía qué hacer con las manos ni yo con la plenitud sin manchas en la que nadaba mi corazón enloquecido mientras terminaba de andar los pasos eternos que nos separaban y
- Hola, Luis.
- Hola, Sabrina.
Decíamos en una conversación que tenía muchas más palabras dentro que las que se pronunciaban hacia fuera.
Cuánto te he echado de menos
No sé vivir sin ti.
Estás preciosa.
Eres mi soldado desconocido.
- ¿Damos un paseo?
- Claro.
Y cuando ya estábamos lejos de las miradas indiscretas nos tomábamos de las manos para hablar con nuestros dedos en la palma del otro, incapaces de hacer otra cosa más, mientras en mi cabeza sonaba aquel barco a Venus.

Qué más daba que la canción hablara de drogas y sus infiernos.
Yo sólo volaba lejos sintiendo su piel caliente entre mis dedos, por debajo de las uñas, arriba, abajo, por todos los lados, mientras andábamos muy despacio para engañar al tiempo de las dos horas escasas que teníamos para nosotros, alargándolo como magos en prácticas que tenían que decirse tantas cosas pero aún no conocían las palabras precisas, y los gestos eran tan deliciosamente torpes que casi nos caemos en el momento en que ella arrastró su mano por su cintura para que notara una tibieza que jamás había imaginado y la ansiedad subiera por mi pecho, incapaz de aguantar toda la felicidad que me ardía dentro.
Todo aquello era esa canción, y las miradas a hurtadillas, incapaz de comprender cómo podían existir unos ojos tan verdes y soñadores. Cómo podían haberse fijado en mi precisamente. Un pobre diablo que una semana antes todavía era heavy y lo había abandonado todo por la paz de aquellas manos de uñas mordidas que sólo se apaciguaban jugando con los rizos de mi pelo mientras empezaba a atardecer y aparecían las primeras estrellas como un milagro más en aquel país de las hadas en donde la chica más bella que jamás había visto cada tarde venía a buscarme, sonriendo, como una película en la que Mecano y Culture Club ponían la banda sonora de 17 días en los que el mundo antiguo se había derrumbado como un castillo de naipes y en los escombros, sin dolor alguno, había brotado una flor dorada como su larga melena que se vencían como una fuente cuando yo me rumbaba en las Piedras del Fumadero con mi cabeza en su muslo y le hablaba sin parar de todas aquellas cosas que nunca había dicho a nadie (ni siquiera a ti, Solsona) por la pura magia de tu atención que a las nueve y media se rompía apresuradamente pues tenías que volver a casa y yo no podía acompañarte no fuera a ser que alguien nos viera.
Te veía entonces alejarte muy aprisa como una cenicienta sin carruaje y antes de doblar la curva del camino te parabas y te volvías un instante que era azulmente eterno, blando como los sintetizadores (o quizás algo parecido; no lo sé realmente), pues lo único que sentía era el terrible peso de las horas que ya faltaban para volver a verte en el que escucharía una y otra vez aquella cinta que encerraba las claves de la más alta de las felicidades, la que florece por primera vez en la adolescencia y nos cambiará la vida para siempre.

Ese fue mi barco a Venus. Mi verdadera y única droga de la que nunca más podría desengancharme



                           Luis. Soldado desconocido


                       AQUELLAS PRADERAS AZULES. ÍNDICES




                                  ÁNIMA MUNDI

miércoles, 24 de julio de 2019

(De otros lados) AQUELLAS PRADERAS AZULES. Un extraño amor de poesía, redes y soul



Primero se enamoró de sus poemas morosos, llenos de imágenes sorprendentes y adjetivos poderosos que se le quedaron clavados en el alma, pues abrían mundos enteros al unirse a sus sustantivos sin que nada pareciera forzado.
Los había conocido en una red social y tras leer un par de ellos se vinculó a sus blogs que cada tarde revisaba con el ansia de un niño que busca los últimos cromos inaccesibles de una colección. 

Fue así como la fue conociendo, mucho antes su alma que su aspecto físico que ella ocultaba bajo un avatar lleno de flores oscuras, enredándose en sus metáforas que, de tan exactas, parecía imposible que no se hubieran escrito ya miles de veces. 


Esas fueron sus palabras la primera vez que se atrevió a escribir un comentario en uno de sus post, algo tan cauto y calculado que muy pronto quedó escondido bajo la decenas de comentarios de verbo florecido hasta la nausea, de fotos golosas y corazones fosforescentes que se fueron acumulando bajo sus palabras, sepultándolas, y acusó a toda aquella triste hojarasca de emoticonos y frases de calendario que nunca le contestara, aunque siguió leyéndola fascinado (y quizás algo más) por sus poemas como yemas tiernas de un tronco que a él le iban creciendo dentro.
Lo que no volvió fue a escribirla. Al menos hasta el día en el que sufrió el cataclismo de ver unas fotos publicadas en un álbum de su perfil público.
Fue entonces cuando sintió enloquecer al comprobar que tenía el aspecto ardientemente suave de sus mejores poemas y los dedos finos como sus metáforas. 

Con una cara redonda de lejana tristeza y los pechos llenos, la piel clara y los ojos negros, con una sonrisa más pequeña que el calor de su cuerpo, evidente incluso en aquellas simples fotos de sus viajes lejanos en donde lo exótico que la rodeaba carecía de interés ante la terrenalidad de sus piernas firmes y su estrecha cintura. 

Y en entonces sí, volvió a atreverse a escribir.
Lo hizo sin calcular sus palabras que salieron a borbotones por los dedos sobre el teclado, y solo después de enviarlas se dio cuenta de que aquello era toda una declaración ardorosa de amor a una edad que ya no lo permitía, pues tenía mucho más de adolescente que de hombre lleno de canas escondido tras una pantalla pero con el corazón en carne viva que a ella le llenó de espanto y deseo cuando lo revisó a la mañana siguiente con la respiración entrecortada sin saber si era por miedo a un loco o una pura y simple atracción irresistible hacia el abismo que aquellas palabras le ofrecían. 

Fue tal la conmoción que no supo contestarlas, pero aquella tarde se sorprendió a ella misma colgando otro puñado de fotos con el único objetivo de que las viera él, y esperó con ansia sus comentarios. 

Estos tardaron en llegar varios días, los necesarios para que él lograra sobreponerse al arrepentimiento de haber escrito todo aquello sin el menor control, aterrorizado de haber escrito todas aquellas cosas que no se había atrevido a decir desde los veinte años, fascinado por una jovencita alemana de parecida tristeza a la que había conocido durante un tórrido verano

Durante aquellos días de silencio maldijo una y otra vez aquel atrevimiento y se negó a entrar en la red en donde, suponía, habría una tajante respuesta de ella que le llamaría... 

Imaginó mil posibilidades de insultos y menosprecios, y cuando se encontró preparado para aguantarlos todos pulsó dos veces el enlace y se encontró con más de cincuenta fotos de ella, cada vez con menos ropa según avanzaba en el tiempo hasta llegar a un sucinto bañador que ella le terminó enviando en privado cuando su ansiedad por recibir una respuesta acabó con sus últimas reticencias ante los cientos de zumbados que transitan por Internet. 

Él las fue viendo una por una sin caer en la cuenta del mensaje privado, pues estaba tan encerrado en los oscuros pasajes del miedo a una respuesta terrible que buscaba más letras que imágenes, y sólo cuando se convenció de que no existía ninguna frase de reproche cayó en la cuenta que toda aquella colección de fotos era un striptease virtual que se concluía en el mensaje en privado que se acompañaba de un poema sobre las ascuas que deja el deseo en el vientre, oscuro bajo la piel clara de su cuerpo de leche en una playa cualquiera, rodeada de pinos de un verde intenso y viento. 
No tuvo entonces duda alguna de cómo debía contestar y, también en privado, Le envío la canción de Salomón Burke que estás oyendo, pues no concebía otra respuesta más clara a la proposición que ella le había enviado.
Un lugar de calor y movimiento lentamente agónico que ella contestó desprendiéndose de una nueva prenda en la siguiente foto y él contestó con Sam Cooke.


Se inició así un intercambio de infiernos solitarios que llenó lo más ardiente del verano en donde los poemas, las fotos y las canciones fueron haciendo insoportable la canícula que hacía zumbar como locos a los ventiladores de dos ordenadores.
Entre ellos sólo había la distancia de calles derretida por las sucesivas olas de calor que produjeron cada nuevo intercambio de mensajes que ninguno de los dos firmó con su verdadero nombre, acaso porque aquello era lo menos relevante en medio de todas aquellas confesiones íntimas con sabor a chocolate hirviendo en sus cuerpos de gelatina de colores que temblaban como cervatillos ante el breve sonido de nuevas notificaciones que apenas si les dejaban dormir, pues muy pronto dejaron de respetar las madrugadas y más tarde los rigores de la siesta, sintiendo (él) la fiebre de sus dedos en el ratón buscando nuevos enlaces de canciones mientras (ella) se encerraba buscando la caridad de una nueva metáfora que contara, aunque fuera pálidamente, el cataclismo que sufría su cuerpo ante aquellos ritmos oscuros que él la proponía con un ensañamiento de amante consumado que había aprendido en su larga experiencia de radio, dejándola sin aliento.
Ocurrió así que él perdió el apetito y sus ganas de vivir se redujeron a la labor de imaginarla en las fantasías más procaces bajo aquellos ritmos de locomotoras a punto de estallar, de sus baterías agónicamente lentas sobre las que el cantante simulaba cantar cuando lo que en realidad pasaba era otra cosa que a ella le encendía los sentidos y le hacia subir montañas para luego despeñarse en lo oscuro.
Fue entonces cuando perdió todas sus flores y sólo quedó una pasión desenfrenada y absurda que se convertía en poemas cada vez más intensos y explícitos a cada nueva canción, con la piel satinada por el sudor de su canícula particular y  palabras húmedas que a él le estaban en el cerebro como cohetes ácidos.
Dios Santo.
Las noches de insomnio se sucedían a los días y un sopor de lluvias de fuego la empapó por dentro hasta que una noche ya no pudo aguantar ni un minuto más,
pues ya se le habían perdido primero las palabras, y más tarde la lírica se llenó de cientos de palabras soeces que nunca había utilizado, haciéndole romper un folio tras otro hasta condenarla al silencio más absoluto que el comprendió al revés, forzando aún más el poder de la música hasta llegar al I Feel Love de Donna Summer.




Aquella música llevó a su cuerpo a su último límite.
Y empezó un poema tras otro incapaz de concentrarse en nada más que en aquellos sintetizadores que se mezclaban con sus gemidos de gata. Un veneno ácido que se volvió una pura obsesión, tan sólo a un paso de la frontera, y, antes de morir de algo que no era amor, ella pulsó con todo el dolor de su alma la opción de bloqueo mientras sentía las ultimas oleadas de placer que empezaban a confundirse con unas lágrimas furiosas que le quemaron los párpados al salir. 

Por un instante bailaron, incandescentes, en la misma raya de sus pestañas y abrasaron las mejillas en su lento camino, un segundo antes de caer sobre las teclas que él pulsaba para bloquearla también, pues aquello había llegado ya demasiado lejos y le empezaban a fallar las fuerzas en aquel juego maldito de dos corazones solitarios despedazados por músicas y palabras. 
Cuando lo hizo comenzó a sentir todo lo viejo que en realidad era tras aquella adolescencia tardía en la que había vivido todo el verano, como si el mundo pudiera girar del revés y el pasado regresar. 
Sintió eso y un vacío inmenso que ella comenzó a explorar en sus versos, otra vez llenos de flores oscuras, hechos de una materia viscosa parecida al silencio.

domingo, 21 de julio de 2019

ROGELIO LÓPEZ CUENCA.Alta y baja cultura


¿Qué ocurriría sin los grandes personajes de la cultura ocuparan las revistas, tan lujosas como vacías, de las vanidades?
Con un juego típicamente pop, Rogelio López Cuenca nos quiere hacer reflexionar sobre los iconos de nuestra sociedad que, evidentemente, no se corresponden con las grandes figuras relevantes de la cultura, pues igual que ocurre con los documentales de la 2, los grandes temas no interesan a la sociedad que prefiere el entretenimiento antes que el puro pensamiento que caracterizarían figuras como Beuys o Duchamp (además en su carácter más ambiguo, el de Rrose selavi)


miércoles, 17 de julio de 2019

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Héroes del futbolín

DALE AL PLAY Y JUEGA AL FUTBOLÍN COMO SI FUERAS UN ADOLESCENTE EN LAS TARDES DE VERANO Y FUEGO


 
No vale guarra, no vale media ni de portería a portería. 
Esa era la letanía con la que se empezaban todos los partidos de futbolÍn, casi una oración, porque todos nos sabíamos las normas, pero las liturgias son importantes, más en un juego tan sagrado como este que nos ocupaba la tarde entera del verano, desde el final de la partida de mus hasta la caída de la noche. 
No vale guarra, no vale media ni de portería a portería.

Esas eran las normas del sacrosanto juego, aunque luego existían muchas más, como la obligación de pasar por debajo del futbolín cuando te dejaban a cero y añadir un duro más porque la humillación es una lección importante en la adolescencia, ese período en que los egos se desarrollan, y unas veces se ensanchan hasta el infinito y en otros se contraen, queriéndose volver invisibles; todo en la misma persona. 

Por eso era algo más que un juego, y ganar una y otra vez era fabuloso pues te permitían seguir jugando mientras los antebrazos y los codos te iban ardiendo cada vez más y tenías la camiseta empapada de un sudor espeso.
Hasta cuánto aguantaré, pensabas, no sería mejor fallar esa parada tan fácil para descansar un poco. Me estoy meando... Hace mucho calor y... ¡Mierda! Al final me la colaron!

- ¡Ha sido con la guarra! 

- Venía de rebote. 
- Ni de coña. 
Pues también se practicaba la esgrima verbal cuando ya no existen otras
El futbolín era un juego muy completo y servía para llenar las largas horas vacías que se tienen en aquellos años de la adolescencia en donde uno tiene tantas cosas que empezar a hacer que al final no hace nada y dormita viendo pasar la vida, pues en fondo quién se se siente inmortal a esta edad de trágicos granos y ansias de absoluto en aquel sin término de las tardes de sopor de julio, cuando el mundo se queda parado y oscuro en la plenitud del sol.

Por eso, lo mejor es jugar al futbolín como si  te fuera la vida en ello.
Olvidarte de todo para no perder la concentración, pues en cualquier minuto puede llegar el momento de pasar de villano a héroe, sobre todo cuando tu compañero te pasa la bola suavemente desde la defensa y tú la recoges con la media, la mimas como un ser delicado y consigues, limpiamente, pasarla la delantera.
La aferras entonces con el extremo haciendo cuña sobre ella, la pasas al centro y te permites la chulería de soltar por un momento la mano del mando para secarte el sudor de la palma mientras miras a los que te miran mientras suena en el bar de arriba Supertramp o la ELO. 
Es el momento de la gloria o el desastre cuando vuelves a incurvarte y, con suavidad, dejas escapar la bola para dejarla en el lateral del central que gira en torno suyo sin tocarla hasta que, de repente, mandarla al extremo que amaga el tiro pero en realidad sólo la devuelve al centro que la empala con todas sus fuerzas ante una defensa hecha trizas que no puede evitarlo y la bola golpea con un ruido seco (ese es el verdadero sonido que tiene el triunfo) contra el fondo de la portería. 
¿Puede haber una sensación más maravillosa a los 17 mientras escuchas a Bowie?

No te rías, Pili; las cosas tan sencillas tienen bajo ellas muchas capas de pequeñas verdades


domingo, 14 de julio de 2019

TINTORETTO EN SAN ROCCO. Adoración de los pastores


En la sala superior Tintoretto creó esta curiosa composición en donde utilizó el pie forzado de un muro más alto que largo para crear esta imagen doble que se une por una asombrosa perspectiva, especialmente forzada en la parte superior a través del fuerte escorzo de las vigas.
Ambas escenas se contraponen tanto en luz (mucho más tranquila en la parte superior, generada por el propio Niño Jesús, como recordará en sus cuadros el Greco; llena de contrastes en la inferior, con las tradicionales bambalinas creadas por personajes recortados a contraluz) como en composición ( equilibrada y simétrica en la superior; llena de diagonales contradictorias en la inferior), como si se quisiera diferenciar claramente el plano terrenal (tan lleno de dudas y zozobras) del puramente espiritual (delicado  y solemne)


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miércoles, 10 de julio de 2019

(En directo) AQUELLAS VERDADERAS PRADERAS AZULES

Hoy os quiero llegar a unas praderas azuladas por la noche de agosto.
Unos lugares lejanos, donde se besa una pareja.
¿Estáis preparados para volar conmigo en esta burbuja de canciones?
Pues empecemos

Sí, os hablo de un milagro de noches estrelladas, de confidencias y deseos.

Un verdadero paraíso como el que imaginó Phill Collins (aunque la letra traicionó la maravilla de la música)


Pues este es un espacio sin tiempos en donde una mujer enamorada te mira y tú te dejas nadar en el pozo verde de sus ojos


¿Imagináis su piel de leche y almendras?. Un camino de suavidades que siempre termina conduciendo a otra cosa



Y luego sólo queda el silencio de los grillos y dos cuerpos que ríen pasados ardientes.
Pedacitos de ascuas que el viente agita y les termina iluminando los rostros mientras sus músculos, perdidas las fuerzas, navegan sin rumbo


Chris Isaak - Wicked Game


¿No veis las montañas que antes eran furiosas y ahora les cantan mientras ellos miran las estrellas?


Miran y se hablan como si estuvieran abducidos por el espíritu sutil de Michel Oldfield, buscando en las estrellas fugaces el último rincón de sus besos


Y se encuentran definitivamente en su canción eterna


Pues están ellos dos solos en el mundo, invencibles e inmortales, como hemos podido ser nosotros esta noche en la luz de luciérnagas que hemos compartido

Programa emitido el viernes 7 de julio de 1995

...



¿Queréis saber más de sus programas?









domingo, 7 de julio de 2019

FACHADA DE SAN FEDELE. TIBALDI



Aunque pensada para una plaza en donde no debía de combatir con la imponente fachada del Palazzo Maritimo, Tibaldi creó en esta fachada un modelo autónomo a lo romano, cercano a las indicaciones de San Carlo Borromeo sobre la arquitectura contrarreformista.
Evidentemente tomó numerosas cuestiones tanto del Gesú (su juego de articulaciones que avanza hacia el eje de simetría, el cerramiento del gran frontón) y miguelangelescas (uso de los frontones partidos y prominantes, con fuertes claroscuros, con entrepaños demasiado estrechos para los nichos que cobijan) y otras licencias del manierismo más extremo (especie de dado brunelleschiano en los órdenes superiores, que resalta sobre el entablamento).
Con ellas animaba su fuerte carácter geométrico, casi retablístico, y conjugaba espectáculo sin caer en la frivolidad. Una fachada (bastante autónoma de su interior) que convenciera sin recurrir a una retórica exagerada, ensalzando su monumentalidad (que es más una sensación que una realidad si observamos su tamaño)

miércoles, 3 de julio de 2019

Aquellas praderas azules. CONVERSACIÓN (1)

               DALE AL PLAY SI TUVISTE 16 AÑOS ENAMORADOS





-¿Se puede saber qué Pretenders?

-Hacerte un truco de magia.

-Sí, claro, el del almendruco.

-Que no, Sabrina, que es un truco fantástico.

-Ya me sé yo donde acaban las fantasías de todos tus trucos, Luis, que las manos siempre van al pan.
-Y el que a buen árbol se arrima, buena sombra la cobija.
-Habló Blas. Punto redondo.
-¿Has terminado ya con el refranero?
-Qué va, puedo seguir durante horas ¿Quieres que te lo demuestre?
-No hace falta. Te creo a pies juntillas.
-¿Y también me quieres como la trucha al trucho?
-Sí, mucho.
-Eso está muy bien porque si no, no sabría muy bien para qué demonios estaría aquí.
-Enseñarme que el cielo existe.
-Gracias, cariño.
-Y como dice Solsona, demostrar que por una vez que existe mi media naranja y...
-... nadie la ha exprimido antes. ¿Sabes? Me encantaría conocer a Solsona.
-¿Por qué no? 
-Vamos a la cabina.
-Espera. Una pequeña cosa antes.
- Dime.
- ¿Hace cuanto que no me besas?
- Uf, una eternidad entera.
- ¿Y qué esperas? 
- ¿A qué las ranas críen pelo?
- Bueno, es una posibilidad aunque un poco asquerosa.
- Mejor rumbosa.
- Anda, mira, me ha salido poeta.
- No te voy a hacer la rima porque luego me llamas guarro, pero eta...
- Carreta.
- Efectivamente, tiran más que dos carretas.
- No hay remedio contigo.
- Bueno, ya sabes, las hormonas.
- Sí, sí, las hormonas... ¿No será la sequía?
- Sí, hace mucho que no llueve. 
- Ayer mismo sin ir más lejos llovió por lo menos dos veces en la pradera. 
- Es verdad, ahora que lo dices ya me acuerdo. Y vaya tormentón, sobre todo el primero.
- Pues a mí me gustó más el segundo. Prefiero la lluvia fina a los grandes aguaceros. 
- Yo es que soy más mediterráneo. Más de gota fría.
- Sí, venga a caer agua y que todo se inunde. 
- Ahora mismo me acabo de perder, Sabrina. ¿Qué querías decir con eso?
- Pues si te soy sincera, no tengo ni la más remota idea, pero era para seguir el juego, que me da mucha rabia que termines ganando siempre.
- Es que yo soy de letras...
- Ya, no me lo digas, y yo de matemáticas, ¿no?
- Lo has clavado, Sabrina.
- Tú sabes que eso es una verdad a medias. No es que me gusten las matemáticas sino que odio más el resto.
- Con lo bonito que es la historia o el inglés.
- Ya te digo. Una que habla de muertos y la otra de gente que mastica las palabras antes de pronunciarlas.
- Vaya, nunca había oído ese análisis sobre el inglés.
- ¿No te habías dado cuenta que hablarlo es como comer un chicle durante horas y horas? Así, como cuando ya está totalmente blanco y no sabe nada.
- ¡Toma pan y moja!. Y resulta que luego soy yo el de las metáforas. Te acabas de cargar con una sola frase la lengua de Shakespeare.
- Para que luego veas. 
- ¿El qué?
- No sé. Era una frase hecha.
- Como esa de colorin colorado..
- Demasiado infantil.
- Entonces... Espera, déjame pensar.
- Pero no valen las del Un, Dos, Tres... 
- ¿Y? 
- ¡No! No aguanto a Emilio Aragón.
- Pero cómo puede ser es posible esto. De verdad, no puedo entenderlo. ¿Tú sabes la cantidad de veces que vamos por la calle cantando eso de menos samba è mais travaillar?
- Con Solsona, claro.
- Por supuesto. Es un fan absoluto...Por cierto, ¿no lo íbamos a llamar?
- Sí, es verdad. En cuanto me digas tu frase lo hacemos.
- Pero, ¿hay premio o no?
- ¡Qué materialista te estás volviendo, Luis! 
- Es un simple acicate, Sabrina.
- Bueno. Ya lo pensaré mientras tú piensas lo tuyo.
- Joder, qué manera de regatear.
- ¿Has visto?
- Y parecía tonta cuando la compramos en el Rastro.
- Era un circo.
- ¿El qué?
- Que a mí de pequeña mi hermana mayor me hacía de rabiar diciéndome que me habían comprado en un circo que pasó por el pueblo.
- A mi me decían lo del Rastro y cada vez que íbamos yo andaba acojonado no fueran a devolverme donde me habían comprado.
- A mi me pasaba lo mismo pero con los payasos. Me daban un miedo horrible.
- A mi los gatos cuando me mandaban a tirar la basura en el apartamento que alquilaban en Alicante.
- ¿Ibas todos los años?
- Qué suerte. Yo solo he ido dos veces cuando era pequeña.
- ¿Más aún?
- Eh, colega. Te recuerdo que tengo la misma edad que tú. Más aún, dentro de muy pocos días, uno más que tú. 
- Es verdad, ¿y qué me vas a invitar?
- Depende de lo que me regales.
- Si quieres me guardo la frase que te iba a decir y te la doy de regalo. Feliz diecisiete cumpleaños; toma mi frase con lacito. 
- Ah, perfecto. Yo luego te mato y el juez lo comprenderá sin ningún problema. 
- Pero qué tierna es mi niña. 
- ¿Verdad que sí? Un verdadero encanto hasta que... ¡Me quieres decir de una puñetera vez mi frase! 
- Yo bajo presión no rindo.
- Tú no sabes todavía qué es presión. 
- ¿Me estás amenazando? 
- Sí, para qué voy a mentirte.
- Ah, vale. Era para estar seguro. Una matemática mafiosa. Escalofriante. ¿Puedo pedir tiempo muerto para ir al servicio? 
- ¿Tanto miedo te ha dado?
- No, es que me llevo un buen rato aguantado.
- Sí tomaras menos cervezas.
- Mejor eso que coca colas con pajita, ¿verdad?
- Pues bien buenas que están. 
- Ah, ¿es que así saben diferentes? 
- Por supuesto.
- Una mafiosa matemática adicta a la coca cola con pajita. La cosa está empeorando por momentos.
- Déjate de tonterías y paga tu deuda.
-¿Puede ser en especias? 
- Qué más quisieras tú.
- Así no hay quien negocie, amiga.
- Conque amiga, ¿eh? Pues entonces quita esa mano de ahí.
- ¿Del pan? 
- No, de la carne.
- Es que tiene muchas proteínas. 
- Pues como no espabiles creo que te vas a tener que volver vegetariano estricto. 
- No, por favor. Brócoli no. 
- Peor aún. Acelgas.
- Nada es peor que el brócoli. Bueno, sí, el puré de zanahorias. ¿Te he contado alguna vez que 
-... te pasaste toda una semana santa de tu infancia comiendo puré de zanahoria para desayunar, comer y cenar porque estabas con el estómago fatal? ¿Era eso?
-Pues sí, sí te lo había contado. Lástima porque era una anécdota muy buena. 
-¡La frase! 
-Pero, ¿tú estás segura que quieres oírla?
-Estoy preparada para lo peor.
-Como quieras, pero yo no me hago responsable. 
-Qué pesao eres. 
-Venga, va. 
-Hale, hale. Ritmo.
-Una, dos y... Dos y media... 
-Señor, dame paciencia.

Así transcurrían las tardes de nuestra maravillosa vida de entonces, como barquitos sin otro rumbo que el puro presente que solo se tiene a los dieciséis años. 

- ¿Y la frase? 
- Y, ¿hasta entonces?
- Bésame, por favor.



Conversación 4 (al piano)



lunes, 1 de julio de 2019

EL MUSEO ABC DE ILUSTRACIÓN


Una interesante intervención sobre la antigua fábrica de Mahou (la primera de la capital) del que se conservan los elementos neomudéjares y se centra en su patio.
Para su acceso se crea una poderosa viga horizontal (que también sirve de cafetería, que insiste en su carácter industrial.



Totalmente blanca crea un enrejado alzado (que da fuerza al elemento a la vez que funciona como ornamento) que nos permite entrar en el patio (ya existente)
En él se impone una arquitectura posmoderna basada en la percepción. Tanto el suelo como la fachada interna se cubren con una malla de formas triangulares de distintos colores realizadas en cristal y aluminio

Maria José Aranguren López, José González Gallegos 2010