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Macelum de Pozzoulli
Solfaratas
La Capilla del Oidor es el resto más antiguo de lo que fue la parroquia de Santa María La Mayor, iniciada en el siglo XIII, y patrocinada por el Oidor del rey Juan II, don Pedro Díaz de Toledo que mandó realizar este edificio a principios del XV.
La iglesia (y la parte entrada de la capilla que fue antigua sacristía), fueron reelaboradas en el siglo XVII y gran parte del conjunto destruido por un bombardeo durante la Guerra Civil
Lo que nos resta ahora es una entrada realizada en el siglo XVII con bóvedas de lunetos y cúpula encamonada.
Comunicada con ella se encuentra la verdadera capilla con interesantes yeserías gótico-mudéjar
La serie "Echo", en constante conexión y mutación, reacciona a informaciones meteorológicas en tiempo real, como terremotos, incendios o contaminación atmosférica, traduciendo así índices cruciales para la supervivencia de las especies en una experiencia estética que arroja luz y focaliza el interés hacia la creciente problemática medioambiental.
Tomado de la web del artista
De esta manera el medio ambiente se convierte en puras formas estéticas que facilitan una comprensión del planeta no traumática, como pretenden muchos mensajes medioambientalistas.
Jacopo da Trezzo (escultor, arquitecto, orfebre, joyero y entallador de gemas.) forma parte de ese grupo selecto y variopinto de artistas italianos que trabajaron para los primeros austrias (los Leoni, Juanelo Torriani, ...)
Tras trabajar durante años para Cosme de Medici, se trasladará a Madrid en donde creará taller, siempre vinculado con Felipe II, realizando trabajo para el Escorial (tabernáculo del Escorial) y la corte.
En este caso se trata de una medalla (que deberíamos emparentar con las que ya había realizado León Leoni para Carlos V) en donde aparece su efigie y, en el anverso, un carro triunfal con cuadriga (acaso Helios?) que conmemora su proclamación en Bruselas
El acaso milagro más importante de Cristo no tiene una gran repercusión iconográfica. Aquí lo vemos representado en un icono del Monte Athos del siglo XII
Juan: 11, 32-45 La resurrección de Lázaro.
En aquel tiempo, cuando llegó María [la hermana de Lázaro] adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?” Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”. Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Un día Lempicka se encontró con la mujer más hermosa que había visto jamás… unos enormes ojos negros, una boca sensual, un hermoso cuerpo. Me paré y le dije: ‘Madmoiselle, soy pintora y me gustaría que viniese a posar para mí. ¿Quiere usted hacerlo?’ Ella sólo dijo: ‘Sí, ¿por qué no?’
Era la bella Rafaella que protagonizó sus cuadros (y su corazón) durante un año (el 1927) en París. Un París de los felices 20, glamouroso, de nuevas mujeres que rompen con todos los estereotipos.
Como siempre hay en ella un estilo complejo que toma el retorno al orden de Picasso (sus plan o cortantes como cuchillos), el glamour del art decó y un erotismo frío de sus colores publicitarios
Siete rosas más tarde te empecé a querer de veras,
con la sensación de ahogo en el pecho y escarcha en los dedos
Siete rosas después y un suspiro,
la tierna luz de tus labios,
el color sin manchas:
Tus cielos.
Fue una contabilidad de rosas y luego de cilicios,
como si fuera posible sumarlos,
y hacer las multiplicaciones de mis desvelos,
cada vez más oscuros,
más lentos.
Como si el mundo y sus rosas desapareciera
hecho pedazos,
todo lleno de plásticos,
Sin posibilidad de hogueras ni mares,
solo una geometría estricta,
insípida, demasiado brillante,
sin olor ni pasado.
Una pura rosa artificial tu recuerdo.