Personalmente es mi rincón favorito del parque Juan Carlos I.
Su diseño tiene, a mi juicio, tres puntos fuertes: el carácter simbólico del jardín como remanso de paz en todas las culturas, unido a unas formas modernas pero clásicas a la vez, y una jardinería sumamente acertada tanto en lo sensorial como en lo simbólico.
Su centro lo encontramos en una zona elevada: el Paraíso, marcado por el árbol simbólico por excelencia de las tres culturas,la palmera, y el gran elemento unificador del conjunto: el agua. Desde este centro nos encontramos con la representación simbólica de los cuatro ríos del paraíso citados en el Génesis (libro sagrado para las tres religiones).
Estos cuatro ríos se unen en una acequia circular (la perfección, Dios o el infinito) que cierra el recinto.
Desde esta zona podemos movernos por los tres jardines..
El cristiano parte de la idea de claustro como lugar de experimentación de lo divino.
Acaso el menos logrado de los tres, destaca el simbolismo de sus dos pabellones (la fuente y la campana) y el uso de la jardinería que llena de plantas medicinales las esquinas (recordando las boticas de los monasterios), combinándolas con pequeños estanques (en uno de ellos existió en un principio un órgano de agua, actualmente ¿desaparecido?).
En el lado contrario se encuentra el jardín judío (aunque muchas referencias hablan casi más de Babilonia, como su fuente como zigurat o las grandes murallas semiderribadas).
En un diseño basado en la estrella de David la jardinería insiste en el granado y los olivos como árboles simbólicos frente al desierto de pitas.
El tercero de los jardines, mi favorito, es el islámico.
Organizado en torno a una exquisita fuente rodeado de una sutil estructura de metal calada, juega con el agua haciéndola resbalar por acequias y escaleras hasta hacerla descansar en los aljibes; todo un canto de agua del que ya hemos hablado en otras ocasiones.
Junto al diseño acuático, jardines interiores (verdaderos hortus conclusus rodeados de cipreses podados) dan paso a otros espacios, como las plantaciones de naranjos que nos devuelven a la memoria, el jardín de los cinco sentidos.
Todo ello custodiado por cuatro torres-alminares, tan simples como deliciosas.
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