jueves, 20 de febrero de 2014

VISTA Y PLANO DE TOLEDO. EL GRECO

El Greco, eterno fugitivo (de la Venecia natal, de Venecia, de Roma, del Escorial) encontró en Toledo un refugio definitivo en donde todos los aprendizajes anteriores se fundieron en un misticismo personal (Cossio) o un nuevo neoplatonismo manierista (Checa Cremades o Brown).

La ciudad y sus mecenas (tanto humanistas como catedral o conventos) fueron arropando lentamente al pintor y lo que en un primer momento pareció un puro refugio para un fracasado (al no poder entrar en el gigantesco taller artístico del Escorial) terminó por convertirse en un hogar en donde encontrar el reconocimiento artístico (pese a sus numerosos pleitos) y el amor incluso (del que nacerá Jorge Theotocopulos, el joven que sostiene el plano).
El proceso fue gradual pues Toledo sólo se convertirá en verdadero protagonista de sus cuadros en sus últimos años de vida (ya entrado en el siglo XVII). Entonces lo hará con furia, tanto en esta obra como en su Vista de Toledo o su Laocoonte. Una ciudad como su nueva Roma en la que late (curiosamente) un clasicismo (e italianismo) abandonado hacía muchos años y que ahora renace con fuerza tanto en los temas como en ciertos modos.

De los citados, este cuadro es el primero y más clásico de la serie.
Sabemos que su encargo fue realizado por  Pedro Salazar de Mendoza, el administrador del Hospital Tavera que nos aparece en el centro del lienzo y sobre una nube. Evidente se trata de una forma de ensalzarlo, convirtiéndolo en una verdadera maqueta como la que portaban comitentes en la Edad Media.

Además de ello, para darle más atención en la composición, es desplazado a la izquierda y hacia abajo, según las propias palabras del Greco, para no ocultar la puerta de la bisagra.
Además (me pareció mostrar la haz antes que la otra parte) es girado 180 grados para enseñar su fachada y no su testero. Según Alicia Cámara, para enseñar su aspecto más renacentista y convertirlo en paradigma de la nueva arquitectura renacentista que estaba transformando la ciudad
Junto a este hospital tres puntos más nos llaman la atención.
A la izquierda la personificación (al modo romano) del río Tajo, tal como era habitual en las fiestas de la urbe, con un cántaro que vierte agua y una cornucopia (símbolo de sus beneficios). Alicia Cámara opina que el color dorado se deriva de textos de la época que recuerdan que el Tajo en la antigüedad llevaba arenas de Oro

En la cúspide un apretado grupo para descender sobre la misma aguja de la Catedral. Se trata de un tema de larga tradición de la ciudad. La bajada de la Virgen desde los cielos para imponer la casulla a San Idelfonso.

A la derecha, casi como un cuadro independiente, Jorge Theotocopulus sostiene un plano de la ciudad. Realizado a tinta su rigor es tan absoluto (al igual que la propia vista de la ciudad) que se ha utilizado habitualmente en los estudios del urbanismo de la ciudad.

Mucho más complejo es saber cual es el significado conjunto del cuadro, aunque parece bastante plausible la idea de reivindicar la ciudad de Toledo frente a la elección de Madrid como nueva capital. 

Se reiventa y recrea una ciudad que une en sí lo más granado de las urbes: un pasado cuasimitológico (figuración del Tajo), una fuerte presencia histórica durante siglos (la propia imagen de la ciudad que une elementos romanos - Puente de Alcántara -, musulmanes - el propio trazado anárquico del plano - . medievales - Catedral - y renacentistas o modernos según la época - Hospital), la presencia tradicional del poder (tanto eclesiástico en la catedral como político en el Alcázar, reformado por el propio Carlos V) o la intervención divina (Imposición de la Casulla).

Técnicamente, el cuadro es un verdadero portento. Tomando una vista aérea (típica en la representaciones de las ciudades en el mundo renacentista y que aún se discute si fue invención del Greco o trabajo sobre bocetos realizados por su propio hijo, Serrano Pintado), el cuadro se compone a través de formas triangulares que se generan en torno al Hospital y pasan de la forma clasicista del equilátero a los isósceles de la ciudad o el que genera el plano.

Cromáticamente, los tradicionales colores ácidos que ya explicamos aquí se aplican a nuevas gamas, especialmente grises y verdes que se repiten en las otras vistas, ocupando toda la zona central mientras que los vértices del triángulo se equilibran con colores mucho más cálidos (Ciertamente este gris perla será básico en la futura pintura de un gran admirador suyo, Velázquez)

También la pincelada cada vez más deshecha, fluida y con menor carga de pintura nos está acercando al mundo velazqueño


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