Como muchos artistas conceptuales, Dibbets intentó regresar al punto 0 del arte para recomenzar de otra manera, como si toda la historia del arte no hubiera existido.
Para ello se centró en cuestiones que nos parecen nimias, como nuestra propia visualidad, e investigó las contradicciones que existen entre visión y realidad.
Algunas de sus obras más famosas fueron este tipo de fotografías en donde pintaba sobre una fotografía. La imagen contenía así una contradicción visual: la de la visión en perspectiva de la fotografía (que es como nuestra propia visión humana) y la de las figuras geométricas trazadas sin contar con ellas (ese cuadrado blanco que no respeta las leyes de la perspectiva y nueva la supuesta profundidad de la imagen (¿con qué nos hemos de quedar con la visión, fantasmal, generada por la perspectiva en la que vivimos desde el renacimiento, o con la realidad plana del cuadrado que niega la profundidad y nos habla de un objeto plano? Ambas, de distintas maneras, son simples representaciones mentales, algo que solemos olvidar cuando observamos una fotografía y queremos pensar que es una realidad).
Con todos estas (aparentes) simples operaciones Dibets estaba poniendo las bases para la cultura visual de la posmodernidad y su cuestionamiento de las verdades, especialmente las relacionadas con las imágenes que, en la actualidad, son nuestro ecosistema básico, tan habitual, que solemos olvidar que es un simulacro (uno más) que nos condiciona mentalmente (más aún con el color, el 3D, las realidades virtuales...)
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