Torres Balbás ha sido uno de los grandes historiadores de arte y restauradores españoles, especializado en el mundo andalusí y verdadero iniciador de los estudios sobre la Alhambra.
A él se debe el inicio de la verdadera restauración de la Alhambra con criterios modernos (frente al decorativismo y reconstrucción de los Contreras), siendo director del patronato desde el 1923 hasta el 1936.
En este post nos dedicaremos a una faceta muy especial de su obra: la jardinería. En ella, siguiendo ideas ya expuestas por José Tito Rojo, vamos a ver su doble condición de tradicional/moderno que muestra en este aspecto.
Para ello utilizaremos dos espacios que han conservado perfectamente su huella: el Patio de Machuca y los jardines altos del Partal.
En el primero de ellos, Torres Balbás utilizó la jardinería de una forma sumamente novedosa (aunque ya existían ciertos ejemplos en Roma) y casi podríamos decir arqueológica.
El patio, cerrado en su origen, sólo tenía a principio de siglo dos crujías. Para crear la idea de patio sin necesidad de construir un pastiche, Torres Balbás recurre a una idea novedosa que, por otra parte, se encuentra perfectamente integrada en la jardinería nazarí: la topiaria sobre cipreses.
Crea unas plantaciones de cipreses que recorta creando un muro calado que es a la vez jardín a la vez sugestión para crear un espacio cerrado que completaría el patio.
Esta idea de patio se completa con la plantación interior de naranjos agrios.
La lección no puede ser más moderna sin perder la esencia andalusí, y en parte será seguida por García Prieto en los Jardines altos del Generalife.
El segundo ejemplo nos muestra a otro Torre Balbás, ya no restaurador, sino puramente jardinero. En los jardines altos del Partal, Torres Balbás acompaña las complejas ruinas con un jardín que nada tiene de arqueológico, sino de ornamental, haciendo una visita más agradable a un turismo que empieza a acudir al monumento.
Para ello se inspirará en los cármenes granadinos o en la propia Alhambra, sus suelos de guijarros, sus estanques de aguas quietas, arquitecturas de arrayanes y cipreses, la presencia de rosales, adelfas, árboles frutales dispersos que ornamentan el paseo pero no definen la arquitectura. Una actitud casi romántica de acompañamiento de la ruina que no despierta curiosidad científica por conocer sino puro deleite del paseo.
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