ESTÁ SIN TERMINAR PERO TE LO PASO ANTES DE
QUE OCURRA
1
El
día estaba siendo duro, pues nunca ha sido fácil liderar un equipo humano y,
frente a los inevitables contratiempos, mantener el pulso firme y la cabeza
fría, pensando en todo y todos. Hoy mismo, y aún no eran ni las doce, ya había
tenido que lidiar con dos clientes insatisfechos con demandas que sólo gracias
a una triste verborrea había conseguido aplacar. Luego, aún en su despacho,
había quedado el trabajo mayor: buscar algún culpable entre sus empleados al
que poder encajar el trabajo extra al que él mismo, frente a los clientes, se
había comprometido personalmente.
Una
vez conseguido esto, y sin ni siquiera tener tiempo a pasar por el servicio, ya
le había sorprendido casi la hora de la reunión de los lunes, y acudió a ella
un poco tarde, como siempre le habían enseñado, entrando en la sala ya
abarrotada para colocarse en el cabecero de la mesa y, en pie, comenzar a
explicar los distintos objetivos de la semana.
Durante
más de diez minutos había hablado de cuestiones tan puntuales que apenas si
nadie se había concernido, pasando luego a las generales, tan amplias, que
nadie se dio realmente por aludido. Habló, también, de la piña de hombres que era
la empresa, y sólo al final, mirando más al cielo raso que a los ojos de sus
empleados, comenzó una prolija exposición sobre un error cometido por vuestros
compañeros de administración que habían añadido 3 euros extras a las nóminas en
el apartado de horas extraordinarias.
Sin
embargo, no eran tal. Aquel dinero era una simple culpa humana, y no una
retribución y por ello, todos deberían devolverlo. Para que el asunto no
causara mayores trastornos no era necesario que lo devolvieran hoy mismo. Él ya
había ordenado que se descontaran en el próximo mes.
- Y
sin cobraros intereses – terminó diciendo con una broma perfecta que se le
había ocurrido la noche anterior, mientras le daba vueltas a lo de la reunión.
Y
un murmullo, como de risas sofocadas, invadió la sala para su regocijo,
saliendo de ella como un César triunfador pero bajito, excesivamente delgado, y
recorrió el pasillo en busca del deseado servicio. De verdad, que no aguantaba.
De
las dos cabinas había una ocupada, lo cual le sorprendió, pues aquel baño era
de uso interno y, si había alguien allí, tenía que ser un empleado... que
hubiera faltado a la reunión... La reflexión le cosquilleó en el estómago pero
las ganas de orinar eran demasiado intensas, y entró en la cabina vacía,
cerrándose con el pestillo.
Justo
entonces, aún bloqueado su pito diminuto por las propias ansias, pudo oír como
tiraban de la cadena, se abría la otra puerta y, sin que le diera tiempo a
salir y ver quien era aquel desleal, sonó un portazo en la puerta exterior y
unos pasos se alejaron rápidamente. Cada uno de ellos le dolió un poco dentro
y... un escozor le advirtió la llegada dificultosa del orín caliente que se
derramó en mil hilillos, empapando medio baño.
Durante
un buen rato, con paradas involuntarias que dolían como agujas, estuvo
evacuando, y al terminar, sin ni siquiera tirar de la cadena, no pudo evitar la
curiosidad y entró en la cabina vecina para ver si encontraba algo que...
Al
principio no entendió demasiado, evaluando tan sólo lo que le costaría volver a
repintar la pared, pero luego, tras la atenta lectura, concluir que.. ¿Qué
demonios significaba aquello? Realmente, no podía, tal vez no quería,
entenderlo. Era estúpido, intoler...
En
la pared, escrito en bolígrafo rojo, se podía leer:
¡QUÉ BUEN VASALLO SI
SIRVIERA A BUEN SEÑOR!
Y debajo, con la misma letra de rasgos demasiado
vehementes:
Fdo: UN NUEVO CID CAMPEADOR
2
Parecía
inocente, demasiado absurdo para ser tenido en cuenta, pero lo cierto es que la
frase le estuvo rondando durante todo el día, y comió con poco apetito, con el
estómago extrañamente cerrado. Luego, ya por la tarde, ni siquiera una de sus
ocupaciones favoritas le logró amnestesiar por completo, volviendo a casa
rumiándola en medio del atasco. Aquella noche, incluso, soñó que venía el Cid
montado en su caballo blanco y le amenazaba con su larga espada.
A
la mañana siguiente le costó levantarse y salió un poco más tarde que de
costumbre, lo cual le ocasionó múltiples problemas añadidos que le hicieron
llegar con una hora de retraso.
Malhumorado
por tantas incomodidades entró en el edificio y se dirigió al servicio que el
día anterior había mandado repintar del suelo y hasta el techo, obligando a los
pintores a trabajar a destajo, sin dejarles marchar hasta que todo estuvo a su gusto.
Todavía olía a benceno cuando se acercó a él y abrió la puerta con un
sentimiento que era mitad furia, mitad miedo que de pronto...
-
¡Hijos de Puta! – gritó enrojecido.
Sobre
el mismo espejo que se abría sobre los lavabos alguien había pintado con spray,
como si fuera un grafitero:
¡VIVA EL CAPITÁN ALATRISTE
QUE SIRVE A SU REY SIN CREER EN ÉL!
El
estómago le empezó a dar vueltas, masticando las palabras, y aún no había
tenido tiempo de reponerse cuando descubrió en la cabina que antes había sido
del Cid:
Y PUES QUIEN LE TRAE AL LADO
ES HERMOSO, AUNQUE SEA
FIERO,
PODEROSO CABALLERO
ES DON DINERO.
(Quevedo, que
seguro te conoció, cabrón)
Y
ya con la nausea explícita, incapaz de pensar en otra cosa salió de la cabina
para entrar en la otra, la que por completo era suya, y así lo decía una
plaquita en su misma puerta:
USO EXCLUSIVO DIRECCIÓN
Y
debajo, en una letra poseída por el odio, alguien había añadido:
SÍ, NO UTILIZAR MÁS QUE POR
PICHACORTAS Y MISERABLES
Aquello
fue ya el colmo y vomitó un líquido espeso y oloroso que sólo en parte cayó
dentro del sanitario, regando el suelo con sus bilis más amargas.
3
Así
comenzó su día de pasión que nuevos clientes (ya personalmente, ya por
teléfono) ensombrecieron aún más con peticiones que, maldita sea, coincidían
por completo con las más repetidas observaciones de sus empleados más jóvenes,
aquellos que aún creían en las cosas, y detectaban fallos, atreviéndose a la
desfachatez de decirlos en alto.
-
Haré una circular para entregársela a clientes y empleados – se dijo como
remedio último tras despachar a su última visita, y mientras esperaba más
contratiempos, puso todo el poder de su verbo florido sobre la hoja de papel en
blanco.
Hermosos
verbos, suaves adjetivos, poderosos sustantivos que... se marchitaban antes
incluso de escribirse siquiera, una hoja tras otra, cada vez más nervioso y con
los versos de aquel cabrón de Quevedo (¿a quién llamarán así?) girando rápido,
muy rápido, rapidísimo, tanto que... A punto estuvo de vomitar de nuevo sobre
la alfombra persa que, como todo el resto de la empresa, había heredado.
Como
pudo se agarró la cabeza entre las manos y respiró hondo. Despacio, pensando en
nada o en muy poco, tal y como le habían enseñado en... El mareo fue poco a
poco pasando, como un animalillo asustadizo que fue quedándosele dormido
dentro.
Suspiró
entonces y descolgó el teléfono.
Ya que la sintaxis hoy se le
volvía más ardua que de costumbre llamaría a su jefe de personal para que le
redactara la dichosa circular. Algo sencillo, le diría como diciéndole que
tampoco le exigía algo fuera de sus posibilidades. Algo al alcance del más
inútil, no le diría, claro, pero con esa intención pronunciaría las palabras. Y
en esas estaba cuando comenzó a escucharse la música por los altavoces, muy
débil al principio.
Pese a que afinó el oído, no
entendió demasiado. Parecía
- ¡Ópera! – se dijo
asombrado de sí mismo por haber llegado a aquella conclusión sin ayuda de
ninguno de sus asesores de cultura que a veces llevaba a las fiestas de postín
que le invitaban.
Intentó escuchar con mayor
atención, pero todas sus conclusiones no llegaban más allá de la palabra anterior.
Un coro de voces que cantaba cada vez más alto, más duras, más...
Y con la suavidad de las
cosas terribles vio entrar un avión de papel por el hueco abierto de la
ventana, volar en círculo por el aire enrarecido del despacho y, como si
anduviera teledirigido, aterrizar sobre el maremagnum de cosas inútiles de su
mesa, apuntándole por directo al corazón.
Por un momento quiso...
Incluso pensó en... Pero la curiosidad fue más fuerte que sus miedos y con dos
dedos solo cogió el artefacto y, despacio, lo fue desplegando para encontrarse
dentro suyo un pequeño texto manuscrito.
NO TE ENTERAS DE NADA, SO
INCULTO
ES EL CORO DE LOS ESCLAVOS
DE NABUCCO
¡VIVA LA REVOLUCIÓN!
Y
mientras el estómago le daba un vuelco y se despertaba su fiera interior, en
medio de la nausea, comenzó un invasión aérea en toda regla compuesta por
decenas de avioncitos hechos con la cara del Che Guevara, de antiguas cartas
Durruti y otros tantos panfletos de disidentes del mundo entero que empezaron a
hacer montoncito sobre la tradición persa de su alfombra tan lamentablemente
manchada por un nuevo vómito, esta vez más azulado.
4
Fue
verdaderamente así como ocurrió, apenas un cuarto de hora de la reunión diaria
en la que se concretaban, ampliaban, contradecían y voceaban las consignas
generales de la semana. Un verdadera lluvia sediciosa salpicada por la bilis
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