viernes, 22 de marzo de 2024

LUCAS CORRALEJO. A los malos jefes.... ACASO OCURRIERA



ESTÁ SIN TERMINAR PERO TE LO PASO ANTES DE QUE OCURRA

1
            El día estaba siendo duro, pues nunca ha sido fácil liderar un equipo humano y, frente a los inevitables contratiempos, mantener el pulso firme y la cabeza fría, pensando en todo y todos. Hoy mismo, y aún no eran ni las doce, ya había tenido que lidiar con dos clientes insatisfechos con demandas que sólo gracias a una triste verborrea había conseguido aplacar. Luego, aún en su despacho, había quedado el trabajo mayor: buscar algún culpable entre sus empleados al que poder encajar el trabajo extra al que él mismo, frente a los clientes, se había comprometido personalmente.
            Una vez conseguido esto, y sin ni siquiera tener tiempo a pasar por el servicio, ya le había sorprendido casi la hora de la reunión de los lunes, y acudió a ella un poco tarde, como siempre le habían enseñado, entrando en la sala ya abarrotada para colocarse en el cabecero de la mesa y, en pie, comenzar a explicar los distintos objetivos de la semana.
            Durante más de diez minutos había hablado de cuestiones tan puntuales que apenas si nadie se había concernido, pasando luego a las generales, tan amplias, que nadie se dio realmente por aludido. Habló, también, de la piña de hombres que era la empresa, y sólo al final, mirando más al cielo raso que a los ojos de sus empleados, comenzó una prolija exposición sobre un error cometido por vuestros compañeros de administración que habían añadido 3 euros extras a las nóminas en el apartado de horas extraordinarias.
            Sin embargo, no eran tal. Aquel dinero era una simple culpa humana, y no una retribución y por ello, todos deberían devolverlo. Para que el asunto no causara mayores trastornos no era necesario que lo devolvieran hoy mismo. Él ya había ordenado que se descontaran en el próximo mes.
            - Y sin cobraros intereses – terminó diciendo con una broma perfecta que se le había ocurrido la noche anterior, mientras le daba vueltas a lo de la reunión.
            Y un murmullo, como de risas sofocadas, invadió la sala para su regocijo, saliendo de ella como un César triunfador pero bajito, excesivamente delgado, y recorrió el pasillo en busca del deseado servicio. De verdad, que no aguantaba.
            De las dos cabinas había una ocupada, lo cual le sorprendió, pues aquel baño era de uso interno y, si había alguien allí, tenía que ser un empleado... que hubiera faltado a la reunión... La reflexión le cosquilleó en el estómago pero las ganas de orinar eran demasiado intensas, y entró en la cabina vacía, cerrándose con el pestillo.
            Justo entonces, aún bloqueado su pito diminuto por las propias ansias, pudo oír como tiraban de la cadena, se abría la otra puerta y, sin que le diera tiempo a salir y ver quien era aquel desleal, sonó un portazo en la puerta exterior y unos pasos se alejaron rápidamente. Cada uno de ellos le dolió un poco dentro y... un escozor le advirtió la llegada dificultosa del orín caliente que se derramó en mil hilillos, empapando medio baño.
            Durante un buen rato, con paradas involuntarias que dolían como agujas, estuvo evacuando, y al terminar, sin ni siquiera tirar de la cadena, no pudo evitar la curiosidad y entró en la cabina vecina para ver si encontraba algo que...

            Al principio no entendió demasiado, evaluando tan sólo lo que le costaría volver a repintar la pared, pero luego, tras la atenta lectura, concluir que.. ¿Qué demonios significaba aquello? Realmente, no podía, tal vez no quería, entenderlo. Era estúpido, intoler...
            En la pared, escrito en bolígrafo rojo, se podía leer:

¡QUÉ BUEN VASALLO SI SIRVIERA A BUEN SEÑOR!

Y debajo, con la misma letra de rasgos demasiado vehementes:

Fdo: UN NUEVO CID CAMPEADOR



2
            Parecía inocente, demasiado absurdo para ser tenido en cuenta, pero lo cierto es que la frase le estuvo rondando durante todo el día, y comió con poco apetito, con el estómago extrañamente cerrado. Luego, ya por la tarde, ni siquiera una de sus ocupaciones favoritas le logró amnestesiar por completo, volviendo a casa rumiándola en medio del atasco. Aquella noche, incluso, soñó que venía el Cid montado en su caballo blanco y le amenazaba con su larga espada.
            A la mañana siguiente le costó levantarse y salió un poco más tarde que de costumbre, lo cual le ocasionó múltiples problemas añadidos que le hicieron llegar con una hora de retraso.
            Malhumorado por tantas incomodidades entró en el edificio y se dirigió al servicio que el día anterior había mandado repintar del suelo y hasta el techo, obligando a los pintores a trabajar a destajo, sin dejarles marchar hasta que todo estuvo a su gusto. Todavía olía a benceno cuando se acercó a él y abrió la puerta con un sentimiento que era mitad furia, mitad miedo que de pronto...
            - ¡Hijos de Puta! – gritó enrojecido.
            Sobre el mismo espejo que se abría sobre los lavabos alguien había pintado con spray, como si fuera un grafitero:

¡VIVA EL CAPITÁN ALATRISTE QUE SIRVE A SU REY SIN CREER EN ÉL!

            El estómago le empezó a dar vueltas, masticando las palabras, y aún no había tenido tiempo de reponerse cuando descubrió en la cabina que antes había sido del Cid:

Y PUES QUIEN LE TRAE AL LADO
ES HERMOSO, AUNQUE SEA FIERO,
PODEROSO CABALLERO
ES DON DINERO.

(Quevedo, que seguro te conoció, cabrón)

            Y ya con la nausea explícita, incapaz de pensar en otra cosa salió de la cabina para entrar en la otra, la que por completo era suya, y así lo decía una plaquita en su misma puerta:
USO EXCLUSIVO DIRECCIÓN

            Y debajo, en una letra poseída por el odio, alguien había añadido:

SÍ, NO UTILIZAR MÁS QUE POR PICHACORTAS Y MISERABLES

            Aquello fue ya el colmo y vomitó un líquido espeso y oloroso que sólo en parte cayó dentro del sanitario, regando el suelo con sus bilis más amargas.

3
            Así comenzó su día de pasión que nuevos clientes (ya personalmente, ya por teléfono) ensombrecieron aún más con peticiones que, maldita sea, coincidían por completo con las más repetidas observaciones de sus empleados más jóvenes, aquellos que aún creían en las cosas, y detectaban fallos, atreviéndose a la desfachatez de decirlos en alto.
            - Haré una circular para entregársela a clientes y empleados – se dijo como remedio último tras despachar a su última visita, y mientras esperaba más contratiempos, puso todo el poder de su verbo florido sobre la hoja de papel en blanco.
            Hermosos verbos, suaves adjetivos, poderosos sustantivos que... se marchitaban antes incluso de escribirse siquiera, una hoja tras otra, cada vez más nervioso y con los versos de aquel cabrón de Quevedo (¿a quién llamarán así?) girando rápido, muy rápido, rapidísimo, tanto que... A punto estuvo de vomitar de nuevo sobre la alfombra persa que, como todo el resto de la empresa, había heredado.
            Como pudo se agarró la cabeza entre las manos y respiró hondo. Despacio, pensando en nada o en muy poco, tal y como le habían enseñado en... El mareo fue poco a poco pasando, como un animalillo asustadizo que fue quedándosele dormido dentro.
            Suspiró entonces y descolgó el teléfono.
Ya que la sintaxis hoy se le volvía más ardua que de costumbre llamaría a su jefe de personal para que le redactara la dichosa circular. Algo sencillo, le diría como diciéndole que tampoco le exigía algo fuera de sus posibilidades. Algo al alcance del más inútil, no le diría, claro, pero con esa intención pronunciaría las palabras. Y en esas estaba cuando comenzó a escucharse la música por los altavoces, muy débil al principio.
Pese a que afinó el oído, no entendió demasiado. Parecía
- ¡Ópera! – se dijo asombrado de sí mismo por haber llegado a aquella conclusión sin ayuda de ninguno de sus asesores de cultura que a veces llevaba a las fiestas de postín que le invitaban.
Intentó escuchar con mayor atención, pero todas sus conclusiones no llegaban más allá de la palabra anterior. Un coro de voces que cantaba cada vez más alto, más duras, más...
Y con la suavidad de las cosas terribles vio entrar un avión de papel por el hueco abierto de la ventana, volar en círculo por el aire enrarecido del despacho y, como si anduviera teledirigido, aterrizar sobre el maremagnum de cosas inútiles de su mesa, apuntándole por directo al corazón.
Por un momento quiso... Incluso pensó en... Pero la curiosidad fue más fuerte que sus miedos y con dos dedos solo cogió el artefacto y, despacio, lo fue desplegando para encontrarse dentro suyo un pequeño texto manuscrito.

NO TE ENTERAS DE NADA, SO INCULTO
ES EL CORO DE LOS ESCLAVOS DE NABUCCO
¡VIVA LA REVOLUCIÓN!

            Y mientras el estómago le daba un vuelco y se despertaba su fiera interior, en medio de la nausea, comenzó un invasión aérea en toda regla compuesta por decenas de avioncitos hechos con la cara del Che Guevara, de antiguas cartas Durruti y otros tantos panfletos de disidentes del mundo entero que empezaron a hacer montoncito sobre la tradición persa de su alfombra tan lamentablemente manchada por un nuevo vómito, esta vez más azulado.

4
            Fue verdaderamente así como ocurrió, apenas un cuarto de hora de la reunión diaria en la que se concretaban, ampliaban, contradecían y voceaban las consignas generales de la semana. Un verdadera lluvia sediciosa salpicada por la bilis


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