Las llamadas lunetas Aldobrandini de Annibale Carracci 1604 y 1613 son el origen del nuevo paisaje clasicista que tanto éxito tendrá en el mundo barroco italiano.
Frente a la negación del paisaje de lo caravaggiesco, los Carracci proponen recoger la idea veneciana del paisaje en el que se integran las figuras de forma natural a través de la luz y la pincelada suelta.
Las figuras se empequeñecen y se equilibran con las ruinas y los elementos paisajísticos, unificándolo todo a través de la composición y una luminosidad clara y suave, sin estridencias ni tensiones.
Se crea así una fórmula de enorme éxito que extenderán sus discípulos (como Albani, que probablemente pintó las figuras de estas obras) y los franceses establecidos en Roma (Lorena y Poussin)
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