DALE AL PLAY Y PERMÍTETE VIVIR EN ESTA MELODÍA
En medio de aquella vorágine que me consumió los dieciséis años, llevándome desde las cimas del primer amor a los abismos de los primeros abandonos, al menos Mozart no lo hizo, y cuando el mundo era demasiado bello para poder creerlo o tan terrible como para aguantarlo, siempre continuó a mi lado.
Me lo había traído, como otras cosas, mi abuela de la mano, siendo aún un niño, enredado con mis primeros libros de Julio Verne y Salgari, entre los clic, los geypermanes y las soporíferas tardes de matemáticas.
Luego en el conservatorio; en algún concierto familiar y, al fin, compartido con Solsona.
Mozart fue la pasión de Don Giovanni y el poder de la sinfonía 25. Fue el festín sonoro del Réquiem y el dulce abandono de su concierto para oboe.
Fue eso y, en aquellos tristes momentos, un refugio de emergencia. El escondite sin fisuras en donde penar el dolor.
Como un bálsamo o un puro aceite. Un lugar en donde volver a encontrar la música tras el silencio
En este piano concierto me refugié cuando el mundo se hizo tan terrible que vivir dolía sin fin y sólo el bajo continuo me dejaba respirar, al principio simplemente eso.
Luego llegaron las notas del piano, su secreto mensaje.
Nunca la podría olvidar; eso era cierto. Pero tal vez pudiera seguir viviendo casi sin hacerlo, privado de la miel de sus ojos verdes pero no del todo ciego.
Luces, tenues sombras. El piano me indicaba un camino y yo lo seguí hasta sorprenderme, pues, en algún momento, comencé a cantarlo con los dedos sobre el aire.
Seguía viéndola emboscada en cada esquina, olía su perfume de lavanda imaginario pero acaso ya no quería morir del todo, y el día duraba algo menos hasta llegar la noche y las notas cristalinas dejaban mi alma en suspenso y le proponían, simplemente pura belleza.
Un lugar de flores sin tiempo, un pedacito de azul en el cielo borrascoso que llovía sin cesar en mi alma y formaba grandes charcos que el sol iba a tardar mucho tiempo en secar aunque
ya pensaba en un sol nuevo tras las nubes oscuras
Ya podía atreverme a pensar que la vida era un manto de cristales... pero acaso ya no para siempre pues
Había una melodía que me esperaba sin prisa alguna, fuerte pero suave, como la primera nota precisa del piano tras los violines. Un
No puede explicarse, pero seguro que se entiende.
Todos hemos pasado por esto y cada uno lo ha superado como Dios le ha dado a entender e, incluso, peor.
Yo tenía amigos, tenía libros, y sobre todo tenía a Mozart para llorar cada vez más delicadamente, como si fuera una nueva bella arte que convertía la negrura y la desolación completa en una bella, cada vez más amable y suave, tristeza.
Ya llegarían más tarde los gritos de The Police
Un tiempo después, cunado el dolor se convirtiera en simple rabia y Mozart sonriera con disimulo, como si su misión en elmundo estuviera de nuevo cumplida.
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