Siendo empezar como casi siempre, pero ya en 1916 Marcel Duchamp creó un ready made asistido (necesitaba la intervención activa y física del espectador) llamado Ruido secreto
Como el propio Duchamp explicó “un ovillo de cordel entre dos placas de latón unidas por cuatro tornillos largos. Dentro del ovillo Walter Arensberg colocó secretamente un pequeño objeto que hace ruido al ser agitado. Y todavía no se qué es, ni tampoco lo sabe, me imagino, nadie más”
En el mismo año realizó su Plegable... de viaje, una simple funda de una máquina de escribir bajo la que se encuentra … No sabemos lo que se encuentra.
Tomado de http://epbamartinsantiagoduchamp.blogspot.com
En ambos ready made (además de otros significados, pues su polisemia es enorme), Duchamp especulaba sobre una categoría poco explotada en el arte: lo oculto. Acaso podríamos buscar su prehistoria en el romanticismo en donde en muchas ocasiones se nos hurta lo que los personajes ven, o su hijo natural, el simbolismo.
Sin embargo Duchamp, como siempre, va más lejos y plantea problemas que llenarán (sin acabar de ser resueltos) en toda la modernidad.
Habla (sin hacerlo) de lo que no nos es accesible, que se ratifica por su propia ausencia visible y genera, en contrapartida, un fuerte deseo, tan humano, el de conocer lo que se nos está vedado, oculto.
Ésa lectura incide en su filosofía del ready made como máquinas de significar que el espectador tiene que poner en funcionamiento. Inicios de procesos mentales o, en este caso, emocionales. La creación de un deseo oscuro, el juego con los enormes tentáculos del deseo.
La obra se expande a territorios hasta entonces desconocidos y, como niños pequeños, se nos anuncia un secreto pero luego se nos niega su revelación, produciéndose así una potente sensación de intriga y necesidad.
Sin ser exhaustivos el siglo XX encontramos muchas más cosas escondidas, como las famosas latas de mierda de artista de Manzini. Supuestas, pues nadie se ha atrevido a abrirlas para comprobar su contenido
O los famosos empaquetamientos de Christo
O las cajas cerradas del proyecto Ruanda que ya analizamos en un artículo dedicado a Alfredo Jaar
Y todo este largo preámbulo para llegar a una obra recentísima que me ha conmovido y que he comprado recientemente en una magnífica exposición Fetiches Críticos (Centro 2 de mayo de la Comunidad de Madrid). Fe de azar
Su autora es Fritzia Irizar, y consta de un gran montón de sacos de sal expuestos en una sala. Junto a ellos existe un documento firmado por notario y una explicación de los mismos.
En una tonelada de sal se colocó un diamante de 1.000 dólares, acto realizado ante notario. Más tarde se rellenaron 333 sacos de 3 Kg de esta sal que se ponen a la venta por el precio de 3 euros. En un documento adjunto se les notifica a los posibles espectadores que, en el caso de abrir o romper los sellos de seguridad, el saco dejará de tener valor artístico.
¿Comprendéis la larga vuelta? De nuevo el deseo. Yo he comprado un saco de sal, una obra de arte pero, sobre todo, un deseo. Existe una posibilidad entre 333 de que en mi bolsa se encuentre el diamante y, ¿lo debo abrir o esperar a que se revalorice? Si lo pongo en la vitrina del salón tendré un deseo rondando en torno suyo. ¿Existirá el diamante en mi saco? ¿Debo rendirme al deseo instantáneo o gozar de la incertidumbre?
Si la obra de arte es una máquina de generar sentimientos ésta lo ha conseguido a la vez que está planteando una sutil reflexión sobre el beneficio a corto o largo plazo, a la consumación de los deseo, a la compra o al ahorro…
Fascinante.
TODO DUCHAMP EN NUESTROS BLOGS
Vicente quisiera felicitarle por su trabajo y también preguntarle si podría colocar en este blog la guía que facilita a sus alumnos para que realicen los comentarios de obras de arte. Muchas gracias y saludos.
ResponderEliminarPor supuesto. Sería todo un honor
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