Uno de los tipos de obras más conocidos de Juan Muñoz fueron las llamadas piezas de conversación.
Se trata normalmente de esculturas de resina a tamaño menor del real (sin pies, a veces como tentetiosos) con cabezas repetidas desde un mismo molde encontrado en un anticuario.
Los ojos rasgados y el traje Mao los convirtió en "chinos" para el escultor, con esa sonrisa leve y la mirada que no se fija en nada.
Las figuras parecen relacionarse entre ellas, pero no es cierto, en realidad viven en un mundo propio, profundamente extrañado. Tampoco se relacionan con el espectador, aunque este pueda pasar entre ellos , fotografiarse con ellos, mirarlos, casi tocarlos.
Pero seguirán impasibles, pues como ya dijimos, todo es un teatro, y nosotros solo somos espectadores que nunca comprenderemos su sonrisa irónica.
No existe la empatía, ni entre ellos ni con nosotros. Hay multitudes de individuos solos que son el perfecto reflejo de nuestra sociedad actual, nunca trágicos (¿Cómo te va la vida?/ Muy bien, ¿y a ti?)
La libertad que siempre le da al comisario le permite replantear estas piezas y crear diversas ocupaciones del espacio que influirán en los movimientos y visiones de los espectadores








