En un primer momento el espacio, simple pero teatral, arquitectónico en su minimalismo. Son los pórticos boloñeses, las arquitecturas barrocas de columnas salomónicas, los umbrales repetidos (si lo miráramos por la parte superior.
En este espacio, acotado pero por completo transparente, el espectador puede observa una presencia humana que, en su obra, siempre resulta incómoda. Un enano que carece de pies, convirtiéndose en un tentetieso que, realmente, no podría avanzar en un espacio tan longitudinal como el creado por las columnas.
En esta obra pesa la gran tradición metafísica de Chirico y sus arquitecturas vacías o las esculturas de Giacometti.
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