El mundo romano tuvo, especialmente en época tardo-republicana e imperial, una multiplicidad de cultos en torno a la muerte que , en el fondo, no es sino una consecuencia de la multiculturalidad en la que se fundó, en donde se añadían las creencias de los territorios conquistados siempre que acataran las leyes romanas y el culto imperial (precisamente aquello que no quisieron hacer los cristianos primitivos y que les llevó a las persecuciones durante los primeros siglos).
Durante los primeros tiempos (por influencia etrusca) fue común la incineración.
Las cenizas eran enterradas fuera de la ciudad, en torno a los grandes caminos, e incluso conservadas en los lararios de las casas.
Sobre ellos se erigían cipos funerarios, un simple trozo de columna o pedestal en la que se inscribían epigrafías votivas o epitafios.
Fue también habitual la creación de estelas funerarias en donde se retrataba al difunto o difuntos (a veces una familia) caracterizado su estatus social gracias a las vestiduras.
También fue común la creación de columbarios, recintos excavados llamados así por su parecido con los palomares. Múltiples nichos se abrían en las paredes que, a menudo, se decoraban con pinturas, como ocurre en este magnífico ejemplo.
Así como, para personalidades relevantes, la creación de mausoleos que ya explicamos aquí
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La inhumación nunca llegó a desaparecer del todo (en realidad, era una práctica de las clases más populares) pero fue en aumento en la época imperial (siglo II d C) por influencia directa del cristianismo.
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La inhumación nunca llegó a desaparecer del todo (en realidad, era una práctica de las clases más populares) pero fue en aumento en la época imperial (siglo II d C) por influencia directa del cristianismo.
En algunos lugares fáciles de excavar (Roma, Sicilia, Nápoles...) se empezaron a crear las famosas catacumbas (que en un principio fueron totalmente paganas) que abarataban el precio del entierro gracias a crear numerosos pisos subterráneos.
Las clase más pudientes comenzaron a encargar sarcófagos que se nutrieron, como en otros aspectos, de las tradiciones etruscas y helenísticas.
Las tipologías fueron muy variadas y fueron pasando de una moda a otra.
Podemos distinguir alguno de los tipos más representativos.
De strigiles, con las características formas en ese derivadas de los estrigiles, instrumento ya utilizado en Grecia por los atletas para liempiarse el polvo y el sudor del ejercicio (como hace el Apoxiomeno de Lisipo). De esta primera utilidad surgió posteriormente el simbolismo de limpieza o pureza con el que se utilizará en los sepulcros
Sarcófago de strigiles con escena central de pedagogo.
De imago clipeata. Un gran círculo central rodea el busto del difunto o difuntos mientras el resto podía dejarse sin trabajar o elaborar distintas escenas.
Sepulcro de doña Sancha, que une strigiles con imago clipeata
De registros, uno o varios, en donde se esculpían motivos mitológicos relacionados con lo funerario (y que se encuentran en relación con el estilo cristalino que triunfa a partir de la segunda mitad del II)
Fragmento del sepulcro de Husillos, con el tema de Orestes
De friso con escena venatoria. En la parte superior encontramos una clara referencia a los sarcófagos etruscos
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Columnados. Posiblemente originarios de la zona de Pérgamo, utilizan una estructura de columnas para organizar personajes en los huecos.
Con putti jugando en torno a la imagen o la representación simbólica del difunto
Con la representación de las Puertas del Hades, a la que se añaden retratos o escenas mitológicas (Orestes, Dionisios, Apolo...) relacionadas con el inframundo
Todos estos modelos, a partir de los Edictos de Milán y Tesalónica, fueron empleados por el cristianismo, conservando su estructura y cambiando los temas paganos por otros cristianos, como ya analizamos aquí
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