Siempre se habla del pragmatismo y de la importancia de los espacios interiores en la arquitectura romana.
Se trataba de una especie de cemento hecho de cal, agua y piedras desmenuzadas que, al secarse, tenía una consistencia parecida a nuestro hormigón.
También se utilizaba a menudo en las grandes cúpulas (Termas, Panteón de Agripa), utilizando una piedra volcánica (tufo) más porosa y ligera, que permitía quitar peso al conjunto.
Además, el opus caementicium permitía crear todo tipo de formas, según fuera la forma de su encofrado.
Si a esto le añadimos lo barato que resultaba (incluso frente al ladrillo) y la rápidez de su ejecución (especialmente comparado con la piedra que había que tallar), no nos puede sorprender el éxito que tendrá este material.
Se utilizará a partir del siglo II tanto en las grandes construcciones imperiales como en la arquitectura doméstica (Ostia).
Su único problema será estético.
El hormigón romano, el opus caementitium, el que tenía propiedades hidráulicas, fraguado rápido y gran aporte resistente a corto plazo, se basaba en un conglomerante obtenido mezclando cal viva y arenas puzolánicas (preferentemente de la Bahía de Nápoles, de Pozzuoli). Con ello se construyeron las grandes obras arquitectónicas, cimientos de puentes y diques de puertos, como el de Caesarea Maritima. (la formulación la describe muy bien Vitrubio)
ResponderEliminarEl hormigon con mortero de cal tiene una calidad muy inferior y no puede utilizarse en condiciones sumergidas