El tema fue propuesto a los pintores por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para optar a la beca de estudios en Roma en el año 1899.
Este discípulo de Sorolla consiguió una de las mejores obras (aunque no consiguió la beca) por su composición que ayuda a darle un profundo dramatismo, con ese anarquista apresado al que se acerca su padre con la nieta (e hija) en las manos mientras su madre y esposa es consolada por un sacerdote.
Un naturalismo llevado a extremos teatrales, tal y como gustaba en estos momentos (recuérdese Ciencia y Caridad de Picasso joven) que sirva de entretenimiento emocional a la burguesía biempensante que mira esta realidad a través del filtro de un cuadro, de forma segura, incluso dando una pequeña oportunidad de simpatía moral ante el asesino (o más bien hacia su pobre familia)













































