jueves, 1 de noviembre de 2018

UNA VERDADERA HISTORIA DE TERROR... con final feliz

Contrato de 35 horas pagadas y 45 trabajadas.
Humillaciones continuas por parte del dueño, impliquietor desnortado.
Nóminas con fallos que siempre se le atribuyen a la gestoría.
Maldita sea.
Obligación de asistencia a todos los saraos organizados por él en tu tiempo libre.
Reuniones sorpresa fuera del horario laboral.
Enfados.
Vacaciones interrumpidas por problemas gravísimos que luego apenas si tienen importancia.
El carácter se agria.
El cliente siempre tiene razón y tú la culpa. La dirección no existe en estos momentos.
Reuniones eternas en la hora del café (no pagada) en la que se desgranan amenazas y broncas a su libre albur.
Miedo dominical (sudoroso a partir del mediodía) ante una nueva semana de trabajo.
Despido ejemplificante para el que se le ocurra la dañina idea de casarse fuera de su periodo vacacional.
Suelta de leones ante cualquier problema que el alto mando elude de constante y deja circular libremente por todo el perímetro de su ancho reino hasta que terminen por ser asumidos por cualquiera que tenga la mala idea de pasar por ahí.
Una tristeza cada vez mayor.
Obligación de asistir a los cursos de "formación" impartidos por algún amiguete con el que luego se repare las subvenciones públicas que las promueven.
Lenta pérdida de apetito.
Llamadas intempestivas al despacho con motivos peregrinos que caen como losas sobre los trabajadores que salen entre lágrimas, oliendo aún a caoba y mierda.
Pocas ganas de vivir
Traída y llevada de una gran carpeta con todos los curriculos de aquellas personas que esperan entrar en el negocio para sustituir a aquellos que sean díscolos o , simplemente, exijan sus derechos laborales.
Taquicardias.
Máquinas de fichar que sólo cuentan los retrasos pero olvidan computar las horas extras.
Insomnio.
Nuevas responsabilidades adjudicadas que no se reflejan en el salario ni el propio reconocimiento laboral por el trabajo bien hecho.
Cuadros de ansiedad y más tarde de depresión.
(...)
Llantos incontenibles.
(...)
Fuertes dolores en el pecho.
(...)
Pensamientos de suicidio.
(...)
Largo tratamiento con psiquiatra pagado del propio bolsillo.
(...)
Lentísima mejoría a la espera que el karma termine castigando a aquellos que utilizan su dinero y posición de poder para ganar más dinero y aliviar sus mediocridades y traumas juveniles.
(...)
Portazo.
(...)
Nueva vida.


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