jueves, 26 de mayo de 2016

El jardín de Daubigny. Van Gogh en Auvers


















Si veíamos aquí como la intensidad de sus pinturas había llegado a un punto extremo en Saint Remy, su traslado a Auvers significa un cambio en su vida que rápidamente repercutirá en su obra.
La vida de Vincent se volverá mucho más plácida y no volverá a sufrir ninguna crisis hasta su suicidio (mucho más achacable a otros motivos que a una simple crisis más). 
La cercanía de su hermano Theo (apenas una hora) y el encuentro con el doctor Gachet, que además de psiquiatra es un entendido en arte que se había relacionado con Corort o Courbet, le envuelven como un manto protector y ya no necesita gritar tanto en sus obras y encauzar las conquistas de los últimos años en nuevas direcciones podíamos que calificar (con todos los peros) de más decorativas.




















Aunque su estilo siempre aparezca, el cuadro se ha alejado de los terribles cipreses y olivos anteriores para recrear un espacio ameno y colorista que ha perdido la unidad expresiva anterior (todo se subordinaba a un movimiento general, como en la Noche estrellada) para crear pequeñas zonas que se interrelacionan (se trata de pasar de un paisaje sublime a otro que busca más lo pintoresco).


























Así nos podemos encontrar con lugares deliciosos en donde descansar la mirada (como el seto central, la zona de mesas, los árboles alineados) mientras que la pincelada se acorta y en vez de las tradicionales espirales anteriores busca más las formas sinuosas mucho más tranquilas.


























Incluso los colores intentan chocar menos, y aunque sigan existiendo las características luchas entre complementarios. Van Gogh intenta entonar el cuadro en un sólo color (un verde, a veces sumamente pacífico), desapareciendo los anaranjados y amarillos limón anteriores que cargaban de energía las escenas


                                ÍNDICES DE VAN GOGH

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