sábado, 12 de abril de 2025

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Todos quisimos ser Sony Croquet




Miami Vice fue para mi algo más que una serie de policías. Fue toda una revelación
Quizás la frase pueda parecer excesiva pero fue totalmente cierta aunque sea difícilmente explicable pues, ¿quién puede explicar que sus iluminaciones de videoclip, su gusto por los montajes complejos, casi oníricos, pudieran cambiar la vida a nadie?
Pues precisamente a mi.
Con ellas y descubrí un concepto de glamour que unía la belleza con el estilo. Una belleza como forma de vida, como una justificación en medio de la podredumbre (no sólo física sino también moral) que me fascinó.
Sus trajes elegantes combinados con camisetas de colores se convirtieron para mi en un paradigma del gusto pero también en una forma de pensamiento, enseñándome caminos desconocidos: No era necesario ser como todos. Lo único imprescindible era encontrarse a sí mismo. Sólo así se podría triunfar.

Aquí estaba el quid de todo, y sólo necesitaría los siguientes 30 años para lograrlo
Hasta ese punto te puede cambiar la vida una simple serie llena de trajes de Armani y Ferraris, de héroes cansados que se mantienen en pie por pura dignidad mientras todo se derrumba a su alrededor y el amor, siempre, ya se perdió.
Eso y la vida dentro de una canción, con aquellos temas magníficos de Phil Collins o de Jan Hammer sobre los que se montaban el clímax de las historias y que yo años después repetí en la terrible película que perpetramos en la asignatura de Audiovisuales II de tercero de magisterio, pues era como si la vida (al fin) llevara preparada su propia banda sonora que hiciera de altavoz de las emociones.
Una perfección que yo siempre había perseguido durante años, vivir en una canción muchos años como si cada pedazo importante de nuestras vidas pudiera enclaustrarse en los tres minutos y medio de un tema.
¿No es eso lo que estoy pretendiendo con todas estas praderas azules?

Acaso mucho más tarde descubrí, que al menos en la música, ese sueño lo cumplió ya Spotify en su versión premium, pero a mis quince años esa serie de lanchas motoras lanzadas a toda velocidad entre los Cayos fue imprescindible para ampliar mis modelos de épica y y ratificar mi imaginario de perdedor con clase y amor perdido.
Pues incluso en los momentos más ardientes de amor con Sabrina en su tercera vez yo siempre supe que era (querría haber sido) Sony Croquet, atenazado por pasados que no pudieron nunca ser.
Amores perdidos, compañeros heridos, oportunidades que nunca pudieron ser posibles

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