El arte emparenta con
la religión y ennoblece la humanidad; eso es lo que convierte una obra de arte
en una cosa sagrada
80 años han pasado de la publicación (póstuma) de este libro
y sigue siendo fundamental para comprender mucho del arte y estética japonesa.
Su autor, exiliado por medio mundo, busca con ella una
reivindicación de lo japonés frente a la cultura occidental tomando al té y
todos sus complejos rituales como pretexto.
Y digo esto pues, pese a su título, este pequeño librito es
todo un sutil tratado de estética oriental (especialmente la derivada del zen)
que nos explica desde los modelos religiosos de origen chino y sus
consecuencias (desde el “comunismo” del confucionismo a la libertad
individualizadora del zen), la importancia de la asimetría o lo inconcluso, el
poder del gesto y la ceremonia, el profundo sensualismo de todas sus artes
derivadas, el ikebana o las artes marciales, el haikú, el poder del camino…
El lector puede conocer así a apreciar muchos de estos
matices con su lectura y descubrir el poder (estético y psicológico) de los
pequeños gestos.
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