miércoles, 3 de julio de 2019

Aquellas praderas azules. CONVERSACIÓN (1)

               DALE AL PLAY SI TUVISTE 16 AÑOS ENAMORADOS





-¿Se puede saber qué Pretenders?

-Hacerte un truco de magia.

-Sí, claro, el del almendruco.

-Que no, Sabrina, que es un truco fantástico.

-Ya me sé yo donde acaban las fantasías de todos tus trucos, Luis, que las manos siempre van al pan.
-Y el que a buen árbol se arrima, buena sombra la cobija.
-Habló Blas. Punto redondo.
-¿Has terminado ya con el refranero?
-Qué va, puedo seguir durante horas ¿Quieres que te lo demuestre?
-No hace falta. Te creo a pies juntillas.
-¿Y también me quieres como la trucha al trucho?
-Sí, mucho.
-Eso está muy bien porque si no, no sabría muy bien para qué demonios estaría aquí.
-Enseñarme que el cielo existe.
-Gracias, cariño.
-Y como dice Solsona, demostrar que por una vez que existe mi media naranja y...
-... nadie la ha exprimido antes. ¿Sabes? Me encantaría conocer a Solsona.
-¿Por qué no? 
-Vamos a la cabina.
-Espera. Una pequeña cosa antes.
- Dime.
- ¿Hace cuanto que no me besas?
- Uf, una eternidad entera.
- ¿Y qué esperas? 
- ¿A qué las ranas críen pelo?
- Bueno, es una posibilidad aunque un poco asquerosa.
- Mejor rumbosa.
- Anda, mira, me ha salido poeta.
- No te voy a hacer la rima porque luego me llamas guarro, pero eta...
- Carreta.
- Efectivamente, tiran más que dos carretas.
- No hay remedio contigo.
- Bueno, ya sabes, las hormonas.
- Sí, sí, las hormonas... ¿No será la sequía?
- Sí, hace mucho que no llueve. 
- Ayer mismo sin ir más lejos llovió por lo menos dos veces en la pradera. 
- Es verdad, ahora que lo dices ya me acuerdo. Y vaya tormentón, sobre todo el primero.
- Pues a mí me gustó más el segundo. Prefiero la lluvia fina a los grandes aguaceros. 
- Yo es que soy más mediterráneo. Más de gota fría.
- Sí, venga a caer agua y que todo se inunde. 
- Ahora mismo me acabo de perder, Sabrina. ¿Qué querías decir con eso?
- Pues si te soy sincera, no tengo ni la más remota idea, pero era para seguir el juego, que me da mucha rabia que termines ganando siempre.
- Es que yo soy de letras...
- Ya, no me lo digas, y yo de matemáticas, ¿no?
- Lo has clavado, Sabrina.
- Tú sabes que eso es una verdad a medias. No es que me gusten las matemáticas sino que odio más el resto.
- Con lo bonito que es la historia o el inglés.
- Ya te digo. Una que habla de muertos y la otra de gente que mastica las palabras antes de pronunciarlas.
- Vaya, nunca había oído ese análisis sobre el inglés.
- ¿No te habías dado cuenta que hablarlo es como comer un chicle durante horas y horas? Así, como cuando ya está totalmente blanco y no sabe nada.
- ¡Toma pan y moja!. Y resulta que luego soy yo el de las metáforas. Te acabas de cargar con una sola frase la lengua de Shakespeare.
- Para que luego veas. 
- ¿El qué?
- No sé. Era una frase hecha.
- Como esa de colorin colorado..
- Demasiado infantil.
- Entonces... Espera, déjame pensar.
- Pero no valen las del Un, Dos, Tres... 
- ¿Y? 
- ¡No! No aguanto a Emilio Aragón.
- Pero cómo puede ser es posible esto. De verdad, no puedo entenderlo. ¿Tú sabes la cantidad de veces que vamos por la calle cantando eso de menos samba è mais travaillar?
- Con Solsona, claro.
- Por supuesto. Es un fan absoluto...Por cierto, ¿no lo íbamos a llamar?
- Sí, es verdad. En cuanto me digas tu frase lo hacemos.
- Pero, ¿hay premio o no?
- ¡Qué materialista te estás volviendo, Luis! 
- Es un simple acicate, Sabrina.
- Bueno. Ya lo pensaré mientras tú piensas lo tuyo.
- Joder, qué manera de regatear.
- ¿Has visto?
- Y parecía tonta cuando la compramos en el Rastro.
- Era un circo.
- ¿El qué?
- Que a mí de pequeña mi hermana mayor me hacía de rabiar diciéndome que me habían comprado en un circo que pasó por el pueblo.
- A mi me decían lo del Rastro y cada vez que íbamos yo andaba acojonado no fueran a devolverme donde me habían comprado.
- A mi me pasaba lo mismo pero con los payasos. Me daban un miedo horrible.
- A mi los gatos cuando me mandaban a tirar la basura en el apartamento que alquilaban en Alicante.
- ¿Ibas todos los años?
- Qué suerte. Yo solo he ido dos veces cuando era pequeña.
- ¿Más aún?
- Eh, colega. Te recuerdo que tengo la misma edad que tú. Más aún, dentro de muy pocos días, uno más que tú. 
- Es verdad, ¿y qué me vas a invitar?
- Depende de lo que me regales.
- Si quieres me guardo la frase que te iba a decir y te la doy de regalo. Feliz diecisiete cumpleaños; toma mi frase con lacito. 
- Ah, perfecto. Yo luego te mato y el juez lo comprenderá sin ningún problema. 
- Pero qué tierna es mi niña. 
- ¿Verdad que sí? Un verdadero encanto hasta que... ¡Me quieres decir de una puñetera vez mi frase! 
- Yo bajo presión no rindo.
- Tú no sabes todavía qué es presión. 
- ¿Me estás amenazando? 
- Sí, para qué voy a mentirte.
- Ah, vale. Era para estar seguro. Una matemática mafiosa. Escalofriante. ¿Puedo pedir tiempo muerto para ir al servicio? 
- ¿Tanto miedo te ha dado?
- No, es que me llevo un buen rato aguantado.
- Sí tomaras menos cervezas.
- Mejor eso que coca colas con pajita, ¿verdad?
- Pues bien buenas que están. 
- Ah, ¿es que así saben diferentes? 
- Por supuesto.
- Una mafiosa matemática adicta a la coca cola con pajita. La cosa está empeorando por momentos.
- Déjate de tonterías y paga tu deuda.
-¿Puede ser en especias? 
- Qué más quisieras tú.
- Así no hay quien negocie, amiga.
- Conque amiga, ¿eh? Pues entonces quita esa mano de ahí.
- ¿Del pan? 
- No, de la carne.
- Es que tiene muchas proteínas. 
- Pues como no espabiles creo que te vas a tener que volver vegetariano estricto. 
- No, por favor. Brócoli no. 
- Peor aún. Acelgas.
- Nada es peor que el brócoli. Bueno, sí, el puré de zanahorias. ¿Te he contado alguna vez que 
-... te pasaste toda una semana santa de tu infancia comiendo puré de zanahoria para desayunar, comer y cenar porque estabas con el estómago fatal? ¿Era eso?
-Pues sí, sí te lo había contado. Lástima porque era una anécdota muy buena. 
-¡La frase! 
-Pero, ¿tú estás segura que quieres oírla?
-Estoy preparada para lo peor.
-Como quieras, pero yo no me hago responsable. 
-Qué pesao eres. 
-Venga, va. 
-Hale, hale. Ritmo.
-Una, dos y... Dos y media... 
-Señor, dame paciencia.

Así transcurrían las tardes de nuestra maravillosa vida de entonces, como barquitos sin otro rumbo que el puro presente que solo se tiene a los dieciséis años. 

- ¿Y la frase? 
- Y, ¿hasta entonces?
- Bésame, por favor.



Conversación 4 (al piano)



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