miércoles, 2 de octubre de 2019

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Una llamada telefónica

DALE AL PLAY PARA CONOCER UNA LLAMADA QUE DECÍA MUCHAS MÁS COSAS DE LAS QUE DECÍA


-¿Solsona?
-Hola, Luis.

-¿Me oyes?
-Un poco mal.
-Es que estamos en plenas fiestas y han puesto el escenario junto a única cabina que hay en todo el pueblo.
-Cierra al menos la puerta 
-Qué exagerado eres. 
-Ya, ya...
-Oye, por un casual, ¿eso que suena es Queen?
-Eso es por lo menos lo que intenta el grupo que está tocando.
-¡Por Dios, qué destrozo!
-¡Ya te digo! 
-Bueno, ¿qué tal por ahí? 
-Bien. En realidad muy bien, por eso te llamo. 
-Cuenta, cuenta. 
-Vale 
-Hola, Solsona, soy Sabrina.
Y por primera y penúltima vez en mi vida hablé con ella. 

- Vaya encerrona que me hiciste, macho - le diría tiempo después. 
- Me imagino. Pero es que íbamos un poco contentos. 
- Déjate de eufemismos. Ibais borrachos
- Quizás menos de lo que parecía, Solsona. 

-Tenía muchas de conocerte, Solsona, aunque sea por teléfono. Me han hablado tantísimo de ti. 
-A mi me ocurre lo mismo. 
-... 
-....
-¿Estáis bien?
-No te lo puedes imaginar. 
-Puedo suponerlo. 

Una peregrina conversación en donde cada uno de nosotros hablaba siempre en función de una tercera persona que se oía a lo lejos, sepultada por la música. 
La voz trémula de una Sabrina que yo solo podía imaginar como era tres años antes, en la única foto que Luis me había enseñado de ella. 
Una voz en donde no se percibía esa lejana tristeza que yo recuerdo en la sonrisa de aquella foto. 
-Venga, dile lo de los chistes, Sabrina - se oía decir a Luís. 
Y ella no se atrevía a decirme nada. 
-A ese no le hagas ni caso, Sabrina. Ya sabes que es muy quejica.
-¿Que burradas te está diciendo Solsona?
- La verdad, que eres muy pesado.
- Le puedes decir... 
- Eh, eh, que yo no hago de correo. Toma, habla con tu amigo. 
- ¿Solsona? 
- ¿Cuando ha sido? 
- Ayer por la noche. 
- Y ¿bien? 
- Es mejor que nunca. No te puedes imaginar lo guapa que está. 
- ¿Sigue a tu lado? 
- No, acaba de salir. 
Y entonces, pese a todo, tuve que decírselo.
- ¿Realmente estas seguro, Luis? No quiero ser un aguafiestas pero
- Sí, tengo miedo pero... Es todo tan maravilloso que no puedo dejar pasar la oportunidad, Solsona. No sé lo que pasará, pero me tengo que arriesgar. 
- Ya, lo comprendo. 
- Además la he visto mucho más madura. Es igual que siempre pero distinta. 
- Pues entonces, mis bendiciones, Luis. 
- Menos mal - rió a mi broma. 
-Y ahora, ¿quieres pasarle el teléfono a Sabrina y salir de la cabina?
-¿Y eso? 
-Que tengo que hablar con ella de cosas privadas. 
-Vale, vale, con secretitos. 
-Eso te pasa por llamar. Ahora te aguantas. 
-Toma Sabrina, que Solsona te quiere decir algo en privado. 
-Dime, Solsona. 
-Mira, a lo mejor me estoy pasando, pero me gustaría pedirte un favor, Sabrina. 
-Lo que sea. 
-Cuídamelo mucho. 
-Claro. Por supuesto que lo haré 
-Sabes que tú significas muchísimo para él... Qué te voy a contar. 
-Pues no creas, me gustaría que lo hicieras, Solsona. Hay tantas cosas que aún no comprendo. 
-A veces es difícil pero tú... Tú tienes gran parte del camino hecho, Sabrina. Supongo que lo sabes. Jamás Luis ha hablado tanto de nadie como de ti. 
-Creo que en eso estamos empatados, Solsona. 
Y sin habernos visto jamás nunca nos sentimos muy cerca. 
-En el fondo tenemos mucha suerte - me dijo.
-Sí, un Luis entero de suerte. 
Ella se rió. Luego me dijo:
-Te voy a tener de dejar. Luis no deja de hacerme tonterías desde fuera de la cabina. 
-¿A qué se está aplastando la nariz y el moflete contra el cristal?
-Efectivamente. 
-Pues cuando salgas le dices que no me copie. 
-Se lo diré. 
- ¿Y eso?
-Que te cuente él. Ya verás como intenta salirse por los cerros de Úbeda. 
-Vale, lo haré. Un beso muy fuerte, Solsona. 
-Otro. Y disfrutad mucho.
- Algún día me encantaría conocerte.
- A mi también, Sabrina.
Aunque eso no ocurriría nunca.

Solsona




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