jueves, 17 de diciembre de 2020

CHILEHAUS. Un emblema de la arquitectura expresionista
























En plena república de Weimar y su hiperinflación, Henry Brarens Sloman, un empresario que había hecho fortuna con los nitratos de Chile, decide construir un gran almacén en el puerto de Hamburgo.


























La gigantesca construcción se realiza por medio de hormigón (con muros de 16 metros) y ladrillo visto (la cercanía al río Elba aconsejó la creación de cimientos estancos e, incluso, sótanos flotantes para la maquinaria para impedir los efectos de las inundaciones).

El edificio ocupa dos manzanas (incluyendo una calle interior) y juega con múltiples movimientos de las fachadas que se ondulan o interrumpe en bruscos cambios.


























Junto a ello, y para evitar la sensación de monotomía en tan gigantescos muros se juega con la profunda bicromía producida por las ventanas blancas y los apliques decorativos (ya en el propio ladrillo, que establece una malla que contradice la posición de las ventanas) o la piedra en las zonas bajas.




























Pero si por algo es famoso este edificio de  Fritz Höger es por su terminación en una pronunciada esquina. 

Se suele decir que juega con la idea de una proa de barco, aunque sus profundas aristas y su fórmula escalonada están más cerca de los edificios torturados que imaginó Kirchner en su primer periodo expresionista (y más tarde Grozs en su famoso Metrópolis). Poderosos volúmenes que rasgan la ciudad y generan en ella edificios inquietantes por medio de ángulos agudos, tensos, hirientes que se encuentra en las antípodas del Movimiento Internacional de Mies o el primer Le Corbusier.
Ya no son máquinas de vivir, son nuevos y agresivos personajes de una ciudad cada vez más convulsa

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