Fantástico título para una novela ramplona, que nunca consigue ser por completo blanca, que ríe y llora casi al mismo tiempo y de formas contradictorias.
Realmente, no sé muy bien por qué quiero glosar esta obra que nunca me ha gustado por mucho que la haya leído, tantas veces, casi como religión hermética que nunca se desvela y queda (¿será así realmente?) como un simple panfleto sobre lo obvio (o lo esencial, esta es la duda)
Esta novela, de personajes poco definidos que son arrastrados por las tramas, apenas si profundiza en nada, acaso por ineptitud o (tal vez) como ejemplo supremo de lo posmoderno, banal y superficial, como si fueran las Vegas de Venturi o los inmuebles atestados de historias insignificantes de Perec.
Por todo eso la odio y la deseo , quiero a esta novela con un instinto oscuro y, cuando vuelvo a leerla, me siento irritado y tenso, incapaz de dejar la lectura mientras me insulto a mi mismo por haber sido incapaz de haberlo alejado de mi vida.
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